Ofrecer una nueva amistad: razón y pasión de los bancos de alimentos

banco de alimentosEn un libro, no me acuerdo en cuál, o en una de sus obras de teatro, Jean-Paul Sartre, burlándose del sistema de la mercadotecnia y de la publicidad que nos absorbe en Occidente, decía que el nuevo eslogan para desaparecer a la pobreza con una especie de pase mágico, era decirles a los pobres que no eran pobres, sino ricos que habían tenido mala suerte…

Y en su exuberante ensayo El Ser y la Nada, dijo, de forma muy serie, que la sociedad escoge a quienes van a pasar hambre.   Continuar leyendo

Razón y pasión de los bancos de alimentos

banco de alimentosDesde un principio quiero dejar asentada la tesis de esta primera parte de la presentación: es posible acabar con el hambre porque en nuestro medio sobra más alimento del que falta.  Es una tesis sencilla, lo sé, pero perfectamente justificable.  Eso es lo que voy a tratar de hacer en los siguientes minutos al hablar de la

RAZÓN DE LOS BANCOS DE ALIMENTOS

Los bancos de alimentos son “un puente entre la abundancia y la carencia”.  Esto quiere decir, simple y llanamente, que son los que recogen, procesan y distribuyen la riqueza alimentaria en desuso para quienes más la necesitan.  Dije “riqueza en desuso” y es la verdad. Continuar leyendo

Necesidad

manosHace muchos años -en noviembre de 1982-compré y leí con avidez un libro del brasileño Manuel Bandeira: Evocación a Recife y otros poemas. Uno de ellos se me quedó grabado. Es simple, directo, emocional y aterrador:

Ayer vi un animal / en el basurero del patio / buscando comida entre los desechos // Cuando encontraba algo / no examinaba ni olía / tragaba con voracidad // El animal no era un perro / no era un gato / no era una rata // El animal, Dios mío, era un hombre. Continuar leyendo

¿Qué pasaría?

He visto una campaña de televisión sobre la posibilidad de alimentar, con cien pesos al mes, un niño en África.  El lema es precioso: ¿Qué pasaría si doy todo?  Un niño, en la Iglesia, confunde un dólar con cien pesos y tres dólares con trescientos pesos.  Son todos sus ahorros: un chorro de lana.  Lo da sin el menor problema.  Era “su” capital.  Como la viuda admirada por Jesús.

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