Milagros

«Lo más increíble de los milagros es que se realizan», dijo con su habitual sabiduría cristiana el genial Chesterton. En efecto: lo increíble de creer en los milagros es que los milagros están a la vuelta de la esquina. La vida misma es un milagro. El amor es el más grande de los milagros de la vida. Y Dios es amor.

Este número lo dedicamos a reflexionar sobre los milagros. Dostoievski, otro genio del cristianismo, escribió que «el hombre no puede vivir sin milagros y, por muy hereje y ateo que sea, busca a brujos y hechiceras». Queda claro que existen verdaderos y falsos milagros; estos últimos provienen de «brujos y hechiceras», es decir, del demonio mismo. Y aquí es donde el cristiano debe saber discernir. La verdad teológica del milagro consiste en que el milagro se produzca en coherencia con la fe; no se puede aspirar a un milagro en un contexto herético, en un contexto dominado por el mal. El milagro precisa un contexto teológica y moralmente sano. Es ahí donde nosotros intervenimos. El milagro lo realiza Dios en nuestras vidas pero si nuestras vidas están guiadas a hacer su Voluntad, si son obedientes a su Voluntad.

Quiero poner el caso de los bancos de alimentos en México. El hecho que existan 19 millones de mexicanos que padecen pobreza alimentaria nos enseña que en nuestro país el contexto es moralmente insano, injusto, la distribución de la riqueza alimentaria está mal hecha. Pero podemos revertir este contexto; podemos llevar comida a los hermanos nuestros en extrema necesidad. Según las estadísticas, diario se tiran en México 30 mil toneladas de alimentos útiles para el consumo humano. Es decir, 30 millones de kilos, para 30 millones de personas.

¿Imposible que se aproveche? Sí, si somos muy malos; pero si actuamos bien y por el bien, el milagro de un México sin hambre se puede lograr. Difícilmente quien ama al prójimo y se asocia para ayudarlo desde Dios no se ve beneficiado con su ayuda. Es milagro cotidiano que quienes viven en la caridad y la verdad reconocen y saben perfectamente.

Este fin de semana los que gozamos del milagro mayor de la vida podemos iniciar un viraje de la situación malsana que vive la Patria. Y siempre. Porque una de las virtudes máximas del milagro es que está a la vuelta de la esquina, en el prójimo más próximo, aquel que me ha sido dado por Dios para construir juntos el camino de la libertad. Por cierto: la libertad de la solidaridad es un milagro.