¿Qué pasaría?

He visto una campaña de televisión sobre la posibilidad de alimentar, con cien pesos al mes, un niño en África.  El lema es precioso: ¿Qué pasaría si doy todo?  Un niño, en la Iglesia, confunde un dólar con cien pesos y tres dólares con trescientos pesos.  Son todos sus ahorros: un chorro de lana.  Lo da sin el menor problema.  Era “su” capital.  Como la viuda admirada por Jesús.

Quizá haya que entender una variante.  Estados Unidos ve la pobreza alimentaria en África, en Oriente extremo, en India.  Nosotros la tenemos al lado..  En México hay 14 millones de personas, la mayoría de ellos niñas y niños, que pasan hambre.  Hambre de verdad.  Y, al mismo tiempo, tiramos, diariamente, 30 mil toneladas de alimentos útiles para el consumo humano pero que “no cumplen” las condiciones del mercado; es decir, 16 mil toneladas más de las que necesitaríamos para alimentar, dignamente, a todos en el país.  Es un pecado.

Los bancos de alimentos son el puente entre la abundancia y la carencia.  Una respuesta católica al problema del hambre en México.  Una más de las respuestas católicas que suelen pasar por alto la sarta de imbéciles que critican a la Iglesia “porque no hace nada por los pobres”.  Hoy operan 70 bancos de alimentos en todo el país con una eficacia que, en ocasiones, supera la operación de empresas comerciales.  Por la sencilla razón de que no se hace en nombre del dinero, se hace en nombre de Dios. 

En Querétaro estamos comprometidos en la construcción del más digno banco de alimentos (junto con el banco de ropa, calzado y enseres domésticos) del centro de México.  Terminamos ya la primera fase.  Vamos por la segunda.  En la foto se ve el proyecto final.  Necesitamos tu donativo.  Es por ellos, los preferidos de Jesús.  Alimentos, ropa, calzado (nada de basura, por favor) o dinero en efectivo a los teléfonos (442) 183-73-20 y 183-73-21

Ojalá nos llames después de preguntarte, como el niño de la campaña: ¿qué pasaría si doy todo?  Pasaría que estarías construyendo un mundo según Jesús.