Martín Caparrós acaba de escribir un artículo muy interesante —que reproduce The New York Times en Español— sobre “El otro triunfo del terrorismo” —refiriéndose al video, que ha circulado millones de veces en redes sociales, en el que la policía catalana abate al supuesto quinto terrorista de los atentados de Las Ramblas.
Desde luego, el tema que trata Caparrós (y cómo lo trata) no es políticamente correcto. Habla de nuestra imbecilidad con respecto a la muerte de los malvados. De nuestra dejadez extrema como lectores, como usuarios de los medios, como espectadores de una historia ya no contada por un loco simpático, sino por un alterado sinvergüenza. Continuar leyendo
El terrorismo ha desatado una fiebre mundial de horror al extraño, al diferente, lleve o no lleve burka, traiga o no traiga túnica. Es el extraño por sí mismo. Lejos de la esfera política —que es la verdadera llama del terrorismo, no la religiosa, como muchos quieren hacernos pensar— los terroristas de todo tipo lo que en verdad derrumban (aunque no sea directamente su objetivo) es la convivencia humana.
Con casi 16 años de distancia, el FBI acaba de sacar a la luz una galería fotográfica del impacto del Vuelo número 77 de American Airlines, secuestrado por cinco terroristas islámicos y desviado de la ruta Washington-Los Ángeles para estrellarlo en el Pentágono, aquel 11 de septiembre de 2001.
La respuesta a la pregunta que da título a esta colaboración es múltiple, variada, pero paradójicamente similar: el terrorismo islámico es una “respuesta” tangible para quienes no le encuentra sentido a la vida. A la vida personal y, desde luego, a la vida de los que se llevan entre las espuelas.
Una nota largamente esperada: los gigantes de Internet -YouTube, Facebook, Twitter y Microsoft—han anunciado que unirán sus fuerzas (que son impresionantes) para combatir el terrorismo a nivel mundial.
Las imágenes del ataque de los terroristas a la sala de conciertos Bataclan de París no dejan de darme vueltas en la cabeza. Pero hay una que me parece, al mismo tiempo, desgarradora y luminosa: la de una mujer embarazada, colgada de una ventana para escapar de los disparos, y la de un caballero (en toda la extensión de la palabra) que detiene su huida y la auxilia hasta dejarla a salvo.
Poco se ha hablado de esto en los medios de comunicación internacionales, pero lo cierto es que existe una amenaza real de que el extremismo musulmán atente contra el corazón de la catolicidad, contra el Papa o contra El Vaticano.
El asesinato en directo, por degollamiento, de dos periodistas estadounidenses por parte del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) y la difusión de estas horrendas imágenes con lujo de tecnología, han inventado una variante más del terrorismo: la comunicación.
Los mexicanos vivimos con el Jesús en la boca. Ya por el terrorismo vivido en Michoacán o por la venalidad vivida en Veracruz; ya por la inseguridad de las fronteras o por el “holocausto” de los migrantes centroamericanos, todo el tiempo estamos mirando de reojo los noticiarios, para saber a qué atenernos el día de mañana.
Los acontecimientos posteriores al atentado del maratón de Boston, es decir, la cacería policiaca de los hermanos Tsarnaev, que involucró a miles de agentes de diversas corporaciones en una de las ciudades emblemáticas de la costa este de Estados Unidos, fueron seguidos por millones de usuarios de Internet, en tiempo real, y por todas las televisoras del vecino país del Norte como una extensión de las mil películas que se han desprendido del 11-S.