Vuelo 77

Con casi 16 años de distancia, el FBI acaba de sacar a la luz una galería fotográfica del impacto del Vuelo número 77 de American Airlines, secuestrado por cinco terroristas islámicos y desviado de la ruta Washington-Los Ángeles para estrellarlo en el Pentágono, aquel 11 de septiembre de 2001.

La prudencia del Buró Federal de Investigaciones para publicar las fotos hasta ahora tiene una lógica militar. Proteger la vulnerable caparazón de seguridad que presume Estados Unidos. Que golpearan las Torres Gemelas podía pasar. Pero ¿que golpearan el Pentágono?

Había que disminuir la comunicación. Había que manejar, largamente, la crisis, porque los cinco terroristas pegaron en el centro de la tecnología de seguridad con la menor tecnología a su alcance: un cúter.

Los pasajeros y tripulantes del Vuelo 77 quedaron en el más absoluto silencio mediático. Su muerte fue como la muerte de su tío abuelo Manuel Mena que narra Javier Cercas en su más reciente novela, El monarca de las sombras: una muerte inútil. Nadie les llevó flores, ni los presidentes les han rendido homenajes in situ.

Tuvieron la mala fortuna de estrellarse en una de las paredes del orgullo militar estadounidense. Esas fotos debían ser guardadas en la intimidad de la inteligencia castrense. Eran fotos de seguridad nacional.

Qué triste suerte la de estos anónimos pasajeros y de los tripulantes del Vuelo 77. Quizás algunos de ellos, que habían salido del aeropuerto de Dulles (en Washington) se opusieron al secuestro; quizá, como los de Pensilvania, lucharon y murieron en el intento de hacerse por el control del avión.

Nadie lo sabrá nunca. Fueron objetos arrojados en una lucha subjetiva entre el terror islámico y el orgullo occidental. Solamente sus familiares y amigos llorarían en secreto su muerte. Una muerte no-oficial. No murieron hasta 16 años más tarde. Cuando el FBI soltó las fotos.

Publicado en Siempre!