Un obispo con olor a migrante

El obispo Mark J. Seitz, de El Paso, Texas (Estados Unidos), ha sido un constante y aguerrido defensor de los derechos humanos y la dignidad de las personas migrantes.

El viernes 28 de junio, tras la nota estremecedora del joven padre salvadoreño y su pequeña hija de 23 meses de edad que murieron ahogados al tratar de cruzar el Río Bravo, Seitz realizó un par de actos para resaltar «las consecuencias devastadoras de las políticas inhumanas de la frontera».

La misión de éstos fue mostrar a las autoridades migratorias la difícil situación de los refugiados y los migrantes y darla a conocer como «una afrenta a los derechos humanos y dignidad humana», según confesó el prelado estadounidense al portal Crux.

Seitz condena desde hace tiempo a las autoridades estadounidenses por tratar a los migrantes «peor que a los animales» y por considerar «amenazas a los niños y familias que huyen» de sus países, al tiempo que exigió que se les permita permanecer en Estados Unidos mientras esperan una decisión sobre sus solicitudes de asilo.

De ida y vuelta

En el mismo día, el obispo de El Paso acompañó de regreso a migrantes que rechazaron las autoridades fronterizas estadounidenses a Ciudad Juárez, como parte del programa «Permanecer en México» (hasta que revisen su caso y les otorguen o nieguen el asilo) y luego llevó a siete personas nuevas para buscar asilo en Estados Unidos.

Aproximadamente 144,000 migrantes llegaron a la frontera sur de Estados Unidos en busca de asilo en el mes de mayo, situación que ha superado los recursos federales y ha llevado a condiciones antihigiénicas y, en algunos casos, inhumanas en los centros de detención de la Patrulla Fronteriza y el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

En cuanto al programa «Permanecer en México», desde enero, más de 12,000 solicitantes de asilo se han visto obligados a esperar en México como resultado de una política destinada a ayudar a disuadir a los migrantes de cruzar la frontera.

«Un gobierno y una sociedad que ven a los niños y familias que huyen como amenazas; un gobierno que trata a los niños bajo custodia peor que a los animales; un gobierno y una sociedad que dan la espalda a las madres embarazadas, los bebés y las familias y los hacen esperar en Ciudad Juárez sin pensar en las aplastantes consecuencias de esta desafiante ciudad (es) un gobierno y una sociedad que no están bien», dijo Seitz en Ciudad Juárez.

Corazón sordo

«Sufrimos de un caso de endurecimiento del corazón que amenaza la vida», expresó el prelado estadounidense, reunido junto con el director de la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, el padre Javier Calvillo.

Luego, en la ciudad mexicana fronteriza con El Paso, agregó que los corazones de sus coterráneos «se han vuelto demasiado fríos y demasiado duros y eso es un mal presagio para la salud de nuestra nación».

Después de un momento de oración, Seitz, junto con una familia de cinco personas, además de un joven salvadoreño que había sido separado de otro miembro de la familia y de un cubano que había sido golpeado y robado recientemente, se dirigió al otro lado del puente, ahora hacia Estados Unidos.

Con una niña de nueve años tomándolo de la mano, el obispo de El Paso llegó a la garita donde funcionarios fronterizos estadounidenses lo recibieron. Después de un intercambio de «palabras tensas», Sieitz logró que a los siete miembros de su comitiva –que ya habían sido rechazados— se les permitiera ingresar a Estados Unidos.

Sí se puede, pero con amor

«Rara vez he sentido tanta euforia y acción de gracias a Dios», le dijo a Crux momentos después de haber logrado que admitieran a la familia y a los jóvenes que lo acompañaron de Ciudad Juárez a El Paso.

«Mi corazón está tan conmovido por este encuentro y cuanto sufrieron. Solo quiero poder arrojar algo de luz sobre lo que sucede todos los días bajo nuestras narices en la entrada a nuestro país», dijo Seitz.

Reflexionando sobre el largo día, Seitz señaló, finalmente, que era «una experiencia increíble» poder decirles a estas siete personas «no tienes que vivir con miedo, por ahora».

Lo cierto es que la foto del padre salvadoreño y de su hija ahogados tratando de llegar al «sueño americano»; los informes del hacinamiento de los menores detenidos en centro de inmigrantes y las acciones del obispo Seitz, así como de muchos prelados estadounidenses, parecen empezar a «rendir frutos»: el Congreso de Estados Unidos aprobó el pasado jueves un proyecto de ley de gastos de emergencia de 4,600 millones de dólares para aliviar la crisis humanitaria de la frontera sur.

Artículo original publicado en:

https://es.aleteia.org/2019/06/30/un-obispo-con-olor-a-migrante/