¿Paz o empleos?

ninosLas estadísticas de criminalidad aparecen, casi siempre, desvinculadas de los fenómenos migratorios a los que ahora asiste —atónito— la parte central y del norte del continente americano, especialmente en lo que se refiere a las niñas, los niños y los adolescentes viajando en solitario hacia la frontera de México con Estados Unidos.

Pero no es así: hay una estrecha vinculación de este fenómeno migratorio con el crimen, sobre todo con el crimen “organizado”, ya sea con bandas de narcotraficantes, ya sea con pandillas o maras, que asolan a los cuatro países expulsores de menores de edad que en este año han hecho crisis en Estados Unidos: México, Honduras, Guate­mala y El Salvador.

En varios reportes sobre esta dependencia de menores de edad arrojados a buscar el paso de la frontera para reunirse con sus familiares en Estados Unidos o, simplemente, para escapar de la violencia y de la miseria, se ha recalcado cómo las zonas con mayores tasas de criminalidad son, así mismo, las mayores expulsoras de niñas, niños y adolescentes migrantes.

Destaca, en Centroamérica, la ciudad hondureña de San Pedro Sula, cuya tasa de criminalidad es la más alta del mundo, con 95 homicidios por cada cien mil habitantes. Sin embargo, muy poco se ha hecho para enfrentar la violencia y el enfoque se ha dirigido —en el mejor de los casos— a decir que se van a crear empleos y a dar mejores oportunidades de trabajo. Pero las niñas y los niños no deben trabajar, deben educarse. Quizá sería ya el momento de adaptar el esquema de la migración infantil hacia un enfoque integral cuyo primer objetivo sea, justamente, la generación de paz social.

Los datos de México resaltan esta dependencia entre criminalidad, violencia y expulsión de menores de edad hacia Estados Unidos. De los 32 estados que componen la República Mexicana, solamente seis de ellos representaron el 64 por ciento de las once mil 335 aprehensiones de los niños no acompañados mexicanos en este año fiscal.

Y no es casualidad que estas seis entidades sean las más violentas del país. La máxima expulsora es Tamaulipas. Casi uno de cada cuatro menores de 18 años aprehendidos en la frontera es tamaulipeco (tres mil 77 menores lo han sido este año). Y Tamaulipas se ha ganado con creces el apelativo del Estado más violento de México.

En comparación con otros estados mexicanos, Tamaulipas no tiene un alto índice de pobreza, pero la violencia se ha incrementado en los últimos años debido a las guerras intestinas por el control de la droga por parte de los cárteles. De 2009 a 2012, la tasa de homicidios en el Estado casi se quintuplicó hasta llegar a 46 homicidios por cada cien mil personas, aproximadamente el doble de la tasa de México en general. La tasa es también mayor que en El Salvador (41) y Guatemala (40).

La respuesta no es sencilla. Pero exige un enfoque de paz que muchos no están ni siquiera acostumbrados a pensar como política pública. Porque paz implica el reconocimiento del otro. Y en este país, como en muchos otros, larvados por la violencia, el que reconoce al otro, pierde.

Publicado en Revista Siempre!