Sobre la vida, el negocio

Conforme pasan los posteriores al tiroteo de la escuela preparatoria de Parkland (Florida, Estados Unidos) Marjory Stoneman Douglas, el pasado Miércoles de Ceniza y Día de San Valentín (14 de febrero) en el que Nikolas Cruz, de 19 años, mató a 17 personas e hirió a otras 15, la sociedad estadounidense sigue atónita ante la magnitud del crimen, preguntándose por qué nadie hizo nada para salvar del horror a alumnos y personal de la escuela, masacrados por un ex alumno problemático y pendenciero.

El FBI, por ejemplo, supo al menos seis semanas antes (el 5 de enero de 2018) que Nikolas Cruz era una persona peligrosa. Había recibido una llamada informativa para que le dieran seguimiento. No lo hizo. La persona que llamó dejó información sobre la posesión de armas de Cruz, el deseo de matar gente, el comportamiento errático y sus publicaciones inquietantes en las redes sociales, así como la posibilidad de que él realizara un tiroteo en la escuela, dijo el FBI en un comunicado.

“Según los protocolos establecidos, la información proporcionada por la persona que llama debe haber sido evaluada como una amenaza potencial a la vida”, indicó la declaración. Por lo demás, “la información debería haberse enviado a la oficina local del FBI en Miami, donde se hubieran tomado las medidas de investigación apropiadas. Se ha determinado que estos protocolos no se siguieron para la información recibida por la (línea para ofrecer pistas) el 5 de enero”.

El director del FBI, Christopher Wray dijo: “Hemos hablado con las víctimas y las familias, y lamentamos profundamente el dolor adicional que esto causa a todos los afectados por esta horrible tragedia”. En otras palabras: ustedes disculpen; sabíamos de la posibilidad de que una cosa así sucediera, pero no seguimos los protocolos adecuados. Un “consuelo” bastante pobre para las familias que han perdido, de forma estúpida y brutal, a sus seres queridos.

Todos los que conocían en el condado de Broward (donde se encuentra Parkland) a Nikolas Cruz, sabían que se trataba de “un chico problemático”. Tenía muy pocos amigos, había asustado a varios estudiantes, había sido expulsado de la escuela que atacó y había dejado en claro en la mente de sus compañeros: si “alguien va a disparar va ser Nikolas Cruz”, pues, como dijo un ex compañero suyo, “siempre portaba armas”.

Eran armas “legales”. Estados Unidos tiene algunos de los controles más débiles del mundo sobre quién puede comprar un arma y qué tipo de armas se pueden comprar. Según la Segunda Enmienda de la Constitución, la gente tiene el derecho de poseer armas de fuego para su defensa. Y por eso, y porque los estadounidenses poseen 48 por ciento del total mundial de armas en manos de civiles, nadie hizo nada. Por encima de cualquier divagación ética o moral (la televisión y el cine estadounidense lo han demostrado hasta la náusea), está el negocio.

Publicado en la revista Siempre!