Cerca de 65 millones de personas —prácticamente la mitad de la población— usan la Internet en México. El tiempo promedio diario de conexión es de 7 horas con 14 minutos. De entre estos usuarios enchufados, 52 por ciento andan entre los 19 y los 44 años de edad, es decir, en el tiempo en el que se puede ser padres de niños pequeños, de adolescentes. De los usuarios, 79 por ciento se conecta, principalmente, para entrar en redes sociales. Luego está buscar películas y, por último, información.
Además, la reina no es la laptop o la PC. La que verdaderamente rige es la telefonía celular a través de los smartphones: 77 por ciento se conecta a la Internet mediante dispositivos móviles y 87 por ciento se conecta en el hogar. Combinando todo esto nos da por resultado una generación —quizá la primera en la historia— de niños huérfanos y no por carencia sino por ausencia de papás. No es que no estén a su lado. Es que están enchufados, conectados a otra parte del mundo.
¿Qué quiere esto decir? Fuera de todo moralismo, simple y llanamente es la entrega de los menores de edad al mismo imperio que subyuga a sus padres. Y, lo han dicho en repetidas ocasiones pensadores como Popper, Bauman o Sartori, lo que produce esto es una persona sin ciudadanía, sin identidad, sin capacidad de gestión en la adversidad. Bajo el paradigma postmoderno de acercar lo lejano y alejar lo cercano, la realidad virtual (lo lejano) ha venido a ser más real que la realidad circundante (lo cercano). ¿Cómo será el mundo de los actuales huérfanos digitales? No lo sabemos. Lo que sí es que será algo muy frío. Donde el otro de carne y hueso apenas si tendrá cabida.
Si nuestra civilización se ha fundado en la resistencia, en la necesidad de salir de la zona de confort que el otro nos provoca; si ha surgido y se ha construido en la imaginación, la palabra y la belleza de las relaciones humanas significativas, es probable que pronto sufra un revolcón insuperable. Personas como aletargadas, viviendo lo que no son, desde la pantalla. Tal como están aprendiendo hoy de sus padres.
Bajo el paradigma postmoderno de acercar lo lejano y alejar lo cercano, la realidad virtual (lo lejano) ha venido a ser más real que la realidad circundante (lo cercano).
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