En México, particularmente desde el principio del fin del “milagro mexicano” a fines de los setenta del siglo pasado, la migración a Estados Unidos es una de las constantes que viven las poblaciones tradicionales, sobre todo, las poblaciones indígenas.
Estados como Tlaxcala, con un fuerte ascendiente indígena y con una economía tradicionalmente agrícola, han visto mermar su población por el constante flujo migratorio hacia la Unión Americana, aunque, en los últimos años, las deportaciones de Estados Unidos a México de miles de personas, les han creado un problema adicional: ¿dónde colocar a los deportados, a sus familias, a las mujeres?
“Aunque Tlaxcala es un estado de origen, destino, tránsito y retorno de migrantes, carece de políticas públicas que respondan a esta problemática”, sostiene Norma Mendienta Mendieta, integrante de la asociación civil Centro de Atención de la Familia Migrante Indígena (CAFAMI), ubicada en San Francisco Tetlanohcan, en el propio Estado de Tlaxcala.
Mendieta señala que a pesar de contar con una Ley de Protección a las Personas Migrantes y sus familias, aprobada en el Congreso local en 2012, esta legislación “es inoperable porque carece de reglamento”.
El Estado —como muchos otros en el país— carece de programas públicos que respondan a las necesidades de las comunidades, cuya situación empeora con el retorno masivo de migrantes provenientes de Estados Unidos, pues al llegar a sus lugares de origen encuentran desempleo, bajos salarios, falta de acceso a servicios básicos como salud y educación. Tan sólo en el último trimestre de este 2015, se calcula que llegaron 2 mil 500 migrantes de retorno a Tlaxcala.
Ante esta realidad, CAFAMI busca visibilizar esta problemática en diversos escenarios.
En CAFAMI, “trabajamos con mujeres que son familiares de migrantes, madres, esposas, hijas, hermanas. Las señoras fueron capacitadas en técnicas de teatro y se montó una obra a partir de sus experiencias en la migración”, dijo Mendieta
Estas mujeres representan sus vivencias en las comunidades de origen, convertidas en jefas de familia, pero también denuncian las travesías que afrontan sus familiares al cruzar el desierto para llegar al otro lado, así como la discriminación, malas condiciones laborales y la ausencia de asistencia social de sus familias en Estados Unidos. Además, escenifican lo que significa para ellas la separación y desintegración familiar.
La obra de teatro, llamada “La Casa Rosa”, se ha presentado en varios lugares de Tlaxcala, del país e incluso ha llegado a Estados Unidos, donde las integrantes de CAFAMI pudieron reencontrarse con sus familiares por algunos días.
Norma Mendienta considera “fundamental” que estas problemáticas se den a conocer, para que el Estado “responda a sus necesidades, tales como la atención psicológica para enfrentar situaciones de depresión, soledad, tristeza, sentimientos de abandono ante la no comunicación y relación cotidiana con la gente que se les fue”.
Al tiempo de denunciar estas realidades a través del arte, CAFAMI también “proponer políticas públicas que atiendan las necesidades de las comunidades de origen”.
Publicado en Revista Siempre!