El ocaso de las librerías

Acabo de recibir un correo electrónico de parte del CEO de la cadena de librerías Barnes & Noble de Estados Unidos, William Lynch, en el cual se me indica que están consternados por la pérdida de la otra gran cadena, Borders, quien se declaró en quiebra y fue ya totalmente liquidada hace unos meses. Y que han adquirido algunos activos de Borders, entre ellos el más importante del nuevo negocio on-line: la lista de los correos electrónicos de los afiliados a Borders, el famoso mail-list.

Con lenguaje cuidadísimo, se me indica que si quiero me pueden borrar de la lista de Barnes & Noble y que no hay problema. Pero aquí voy a tener mucha mayor posibilidad de seguir contando con mis libros predilectos, etcétera. Una ingeniosa campaña de mercadotecnia para enmascarar el monopolio. Y es que el monopolio de Barnes & Noble se ha convertido en un gran desafío para las pequeñas librerías de barrio, de centro comercial o de pequeña superficie en la Unión Americana. El mensaje es: si ya se comieron a Borders —que era su rival— ¿qué no podrá pasar con nosotros?

En México, siempre mirando lo que pasa tras de la cortina del Río Bravo, las cosas se están moviendo en forma similar, aunque todavía no hay declarada una guerra entre dos gigantes. Gandhi y El Sótano andan como queriendo hacerse del mercado total, pero todavía queda posibilidad de abrir una librería en el centro de la ciudad, en alguna confluencia de personas, cerca de las iglesias o de las plazas públicas visitadas por la gente. Pero cada día es más pobre la ocasión. La media de lectura se ha venido reduciendo incluso a medio libro por mexicano al año. Contra eso hay muy pocas cosas que hacer. Tanto el editor como el librero tienen que apostarle a Martín Moreno. De ahí en fuera, lo que es una desgracia, los libros de tiraje de mil ejemplares, se quedan en anaqueles, no se promueven, se regresan para reciclar papel o se le regalan al autor como pago.

Los monopolios no pueden ser benéficos bajo ninguna circunstancia. El lenguaje edulcorado de la carta del CEO de Barnes & Noble esconde —con maravillosa eficacia— el regocijo que les dio a los de esa librería que sus contrincantes perdieran el mercado. Pero no solamente fue Borders; son todos los que la surtían y todos los que, de alguna forma, vivían dentro de la cadena (Waldenbooks, por ejemplo). Y en cascada las librerías de pequeña superficie, que viven de la diversidad que conforma el espíritu de la literatura, de la poesía, del ensayo y de la investigación.

Claro: queda la posibilidad de ser creativos y de tener en la librería textos que no pueden ser encontrados en las grandes cadenas. Pero el problema no es la creatividad, el verdadero problema es captar lectores para ese tipo de textos. Ahí es donde principalmente mueren las esperanzas.

Publicado en Revista Siempre!