Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos (apenas el 20 de enero pasado) se escucha muy a menudo en boca de los políticos, los empresarios, de nosotros los periodistas, el llamado, casi la exigencia, a los mexicanos para estar unidos.
Todos estamos de acuerdo que enfrentar una amenaza real como la que se cierne sobre México requiere unidad. Lo que no alcanzamos a entender –ni a definir—es el motivo sobre el cual ha de fincarse ese movimiento que, por cierto, nunca se ha dado en la historia moderna de nuestro país. Continuar leyendo
La visita a Cuba de san Juan Pablo II, entre el 21 y el 25 de enero de 1998, marcó el inicio de la apertura de Cuba al mundo… y a la Iglesia católica. En aquel entonces, ante un todavía activo y en el poder Fidel Castro, san Juan Pablo II pronunció la frase decisiva: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
La semana pasada tuvo el Papa Francisco otra de sus maravillosas salidas del protocolo. Iba de un pueblecito a otro en Calabria, al sur de Italia, donde la mafia campea por sus respetos. Ya los había excomulgado a todos, sin distinción, como san Juan Pablo II lo hizo alguna vez en Sicilia (los mafiosos son los mismos que los narcos).
Tanto Pepe Alonso como un servidor, teníamos el regreso a nuestros hogares (él a Miami, yo a Querétaro) el jueves 14 de marzo de 2013. Habíamos transmitido juntos por EWTN los días previos y las tres primeras votaciones para elegir al sucesor de Benedicto XVI. Fui a la capilla del canal y pedí a Dios que la elección del Pontífice se resolviera o en la votación de ese día, en la tarde tiempo de Roma, o al día siguiente, en la madrugada, tiempo de Birmingham, Alabama, Estados Unidos (donde se encuentra EWTN).
Un crítico local quiso pasar por figura y le endilgó un réquiem a Ratzinger, a quien le llamó «encubridor» de «horripilantes» crímenes. Es demasiado como para no responderle con un número especial de El Observador sobre eso que el crítico de marras juzga «una institución decadente».
Menudo jaleo se ha armado por la reforma al artículo 24 de la Constitución. Es el que habla de la libertad religiosa. Uno de los 30 derechos humanos fundamentales, que en México aparece como un derecho de segunda división. Nadie lo pela. Y cuando lo pela alguien es para criticar –cómo no—a la Iglesia católica. También a los católicos que defendemos este derecho humano, como válido y necesario para la paz.
En la penúltima sesión de la legislatura de Querétaro, por 17 votos en favor y uno en contra, fue aprobada la reforma al artículo 24 constitucional propuesta por el Senado de la República.
Esta semana se tiene previsto, claro, si hay quórum, la votación de la legislatura local en torno a la reforma al Artículo 24 constitucional, avalada por el Senado el pasado 27 de marzo. Como toda reforma constitucional, tiene que lograr la mitad más uno de aprobación de las legislaturas estatales para pasar a formar parte del cuerpo de la Constitución.
El pasado 3 de mayo, día de la Santa Cruz, un grupo de sacrílegos penetró en la catedral de Nuestra Señora del Rosario, en Culiacán, y quiso dejar claramente señalado su odio contra la fe católica. Las imágenes aterran: lienzos rajados, objetos religiosos mutilados, figuras decapitadas… El móvil, desde luego, no era el hurto. Dejaron monedas y vasos sagrados regados por el suelo. Era algo peor que el asalto: una advertencia de que en México el demonio tiene fuerza,