Los olvidos

papa-francisco-y-familiaEl Papa acaba de decir una gran verdad en su homilía del pasado martes 13 en Santa Marta: que la familia –sobre todo durante la comida—vea menos tele (o no vea), esconda el celular y converse más.

Uno de los grandes olvidos en el debate sobre la familia hoy es, justamente, el tema de la influencia de los medios de comunicación en ella.

La intuición es que la familia está desmoronándose y que muchos lo achacan a las difíciles condiciones económicas por las que atraviesa el país.  Pero no es así, al menos no es así del todo.  

Hay una parte no explorada en la ausencia de políticas públicas frente a los medios de comunicación abiertos, comerciales, sin restricciones de ninguna especie, tanto de producción como de emisión de contenidos.

Tibias y desmayadas son las “restricciones” que a nadie importan. Mucho menos a quienes deberían importar. Por ejemplo, las clasificaciones y los horarios de los programas de televisión.

Estas anomalías, que no se notan ni se difunden, son las que pegan.  ¿Por qué? Porque aceleran la disolución de la familia natural: la “fábrica de humanidad” de la que hablaba Chesterton.  La echan al vacío.  La ponen a pelear entre sus miembros.

Los padres no reconocen las conductas –ni la abulia– de sus hijos; los hijos no reconocen fuente ninguna de autoridad…  Y lo que se desarregla, tristemente, es esa fábrica preciosa de humanidad, de civilización, de cultura, de misericordia.  Si esa fábrica falla, todo en la sociedad fallará.

Publicado en El Observador de la actualidad