Correos del corazón

internetEn periodismo se ha inventado el término “revistas del corazón” para englobar aquellas publicaciones que hablan de tórridos romances de las estrellas de la farándula; caídas estrepitosas de monarcas; nacimientos de la “clase bonita” y, en general, todo tipo de cursilerías que le adosan al corazón del hombre, como si éste viviera para derretirse en melcocha y chismes del jet-set.

De esta avalancha no se ha salvado –antes lo contrario—Internet. Cada día recibimos un montón de “correos del corazón”, muchos de ellos con la advertencia de que si no los reenviamos en diez minutos nos va a partir un rayo, etcétera. Lo curioso es que en cuatro de cada diez es Dios mismo el que “habla”: da consejos, te prohíbe ser infeliz, te lleva de la mano por el camino de la felicidad egoísta, te impulsa a buscar tu realización sin que tengas en cuenta a los demás, te aceita tu autocomplacencia (disfrazada con la palabra non plus ultra de la psicología de supermercado: autoestima)…

Perdonen, amigas y amigos lectores. Dios no diría jamás esas fruslerías. Dios ya habló por boca de su Hijo, al que le pidió el sacrificio supremo para mostrarnos que la felicidad sin la renuncia es imposible; que nadie se salva solo, que la vía de la luz pasa, sin excusa ni pretexto por la vía de la Cruz. Los correos a los que aludo (seguramente usted conoce varios) ocultan otros que son verdaderas joyas del corazón verdadero.   Y esa es otra pena: que cada vez sabemos menos discernir lo bueno de lo tonto; lo útil de la pérdida de tiempo.

Algo más: esos “correos de Dios” ocultan el único correo que nos ha mandado en la historia: el mejor de todos: su Palabra Sagrada: la Biblia.

Publicado en El Observador de la Actualidad