Licuados

papafrancisco-licuadosDe las muchas frases y palabras del Papa Francisco durante su estancia en Brasil -después de madurarlo y darle vueltas-escogí una. La que le dijo a los jóvenes argentinos reunidos en la Catedral de Río de Janeiro: que no «licúen» la fe. Hay -dijo Francisco- licuados de manzana, de banana, de naranja… Pero la fe en Cristo hay que tomarla enterita, sin volverla líquida. Es una sólida piedra sobre la cual es posible construir el sentido de la vida. Es la única fe que no nos traiciona.

He quedado deslumbrado por Francisco. Ha sido un hallazgo continuo, una experiencia de mudanza. El viejo clericalismo se vino abajo como lo que era: una fachada inútil. A los jóvenes, a los obispos, a los políticos, a los pobres y a los excluidos, a todos, el Papa nos ha dado lecciones sin fin. En una semana se echó al bolsillo al mundo.

Con creyentes, agnósticos, miedosos, recelosos, indiferentes y hasta uno que otro ateo «por la gracia de Dios», dialogó, se encontró, los conminó a estar vivos. Se le nota la felicidad de la vida cristiana tomada en plenitud. Luego, dejó de ser un alto dignatario de un Estado -como lo veían los políticos-para convertirse en el referente moral de toda la humanidad.

«La fe -escribió el Papa Francisco, junto con Benedicto XVI, en Lumen Fidei-no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva, sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio». El anuncio de Francisco en Río ha sido sencillísimo, vibrante: no hagan de la fe un licuado de plátano. No se «aplatanen». Salgan con ella a predicar. Salgan con ella a todos lados. Salgan con ella. Y, por favor, con una sonrisa.

Publicado en El Observador de la Actualidad