Echarse la nación al hombro

En una de las jornadas de Pastoral Social en Buenos Aires, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, dio a los participantes las claves para pensar y construir un país mejor para todos. Es lo mismo que estamos tratando de hacer en El Observador en este número dedicado a desmenuzar la herramienta máxima de la Iglesia para enriquecer a la sociedad: su Doctrina Social.

  1. La complejidad del momento que vivimos nos exige ser creativos.  Bergoglio la llamaba “creatividad histórica”
  2. Esta creatividad, en clave cristiana, se rige por la parábola del trigo y la cizaña.  La labor nuestra consiste en sembrar, pero ni a tontas ni a locas.
  3. Para salvar al país, entonces, es necesario sembrar utopías (la esperanza de un mundo mejor), haciéndose cargo de lo que ya existe, de “lo que hay”
  4. No existe “el borrón y cuenta nueva”.  Ser creativos no significa “tirar por la borda” todo lo que constituye la realidad actual por más limitada o corrupta que sea
  5. No hay futuro sin presente, ni sin pasado.  La creatividad implica memoria y discernimiento; ecuanimidad y justicia; prudencia y fortaleza
  6. Para aportarle algo creativo a la Patria hay que conjugar en un justo medio de ambos polos: el “utópico” y el “realista”.  Haya que conocer quiénes somos, de dónde venimos, a dónde queremos llegar y qué debemos hacer para llegar ahí
  7. “Debemos animarnos a lo nuevo, termina diciendo Bergoglio, pero sin tirar a la basura lo que otros (o incluso nosotros mismos) han construido con esfuerzo

Salvar al país es evadir el sueño irrealizable (la mentira vulgar) y el brutal pragmatismo (supeditarlo todo a lo inmediato).  Como católicos, tenemos ese enorme compromiso: “trabajar por el bien de todo el hombre y de todos los hombres”.