Era imposible para un servidor creer lo que estaba oyendo. El Papa Francisco, en la homilía de su Misa cotidiana en la residencia donde vive, Casa Santa Marta, pedía al Espíritu Santo «la gracia para ser fastidiosos en los ambientes en los que la Iglesia permanece demasiado tranquila».
¡Dios mío, qué gran Papa le ha dado tu infinita misericordia a esta ralea de comodinos! Mira que ponerse a decir esto a sabiendas de que va a rebotar en todos los rincones de la Iglesia ya es valor temerario. ¿Cuántos no habrán levantado la ceja? ¿Cuántos de los que no nos atrevemos a salir a las «periferias existenciales» habremos pasado de puntitas por las puyas del Santo Padre? ¿Qué cantidad de «cristianos de salón», de «trepadores», de tipos «educados, buenos, pero que no saben traer hijos a la Iglesia», tendríamos dicho: esto no es para mí; es para el padrecito tal, o para mi compadre o para mi vecina…?
En la ya dilatada vida de El Observador hemos tratado, siempre, de ser fastidiosos. Hemos ido y venido por México y el mundillo de la prensa católica, exhibiendo una herramienta de comunicación de la fe que a muchos parecía –y parece— irrisoria, desdentada, incapaz de forjarse un camino entre los lectores. Junto con Maité y con todo el equipo he apostado a que esto es de Dios y que, si Él quiere, va a seguir. Son casi 18 años de dar lata en nombre de la prensa católica. Las palabras de Benedicto XVI –dichas de manera directa a un servidor—y ahora este chispazo genial de Francisco, iluminaron e iluminan las ganas de seguir «fastidiando» como san Pablo, a tiempo y a destiempo. No lo tomen a mal. Lo dijo el Papa.
Publicado en El Observador de la Actualidad