Atínele al Papa

papafranciscoCada vez que se meten a un cónclave, las televisoras comerciales despliegan recursos tecnológicos, mucho dinero, mandan a sus estrellas de la información a cubrirlo y terminan ahogándose en un mar de anécdotas insulsas, entrevistas en la calle a simples transeúntes venidos de Birmania o del Borgo Pío, lo mismo da, y repitiendo hasta la náusea la lista de los «papables» a los que nunca atinan o, si atinan, es porque de los 115 que podrían haber sido electos, escogen, nada más, 60 nombres…

En el fondo, se trata de ganar la nota, ponerle color y vender espacios comerciales. Aplican en ello la misma lógica de un campeonato del mundo de futbol. A muchas cadenas les reditúa, a otras no tanto. Pero muy pronto enseñan el plumero: no saben nada de lo que está pasando en el Capilla Sixtina, por ejemplo, y se lo atribuyen a grupos de choque que se están arreglando para sacar la mejor baraja, la que asegure que sus intereses van a seguir prevaleciendo.

Y cuando más arreciaban las críticas, las presiones, las filtraciones de los documentos privados, robados por el mayordomo del anterior Papa, Benedicto XVI; cuando muchos apuntaban a un Papa mezcla de top manager de empresa y publirrelacionista destacado, les sale un argentino, jesuita, que regaña a los curas por hipócritas cuando no quieren bautizar hijos de madres solteras «porque –según ellos—no fueron concebidos en la santidad del matrimonio» y que quiere una Iglesia pobre, para los pobres, con la opción preferencial por los pobres. ¡Ups! ¿Y ahora qué nota damos?

El Papa Francisco, al reunirse la semana pasada con los periodistas, les agradeció su trabajo durante el cónclave. Pero no se guardó de achuchar a los de las grandes cadenas, agradeciendo «especialmente a todos los que han sabido observar y presentar estos acontecimientos de la historia de la Iglesia teniendo en cuenta la perspectiva más justa en que deben ser leídos: la de la fe».

En efecto, en cuestión de Iglesia, a todo el mundo le da por ser sabio. Y no es así. El Papa señala: «Los acontecimientos de la historia requieren casi siempre una lectura compleja que a veces también puede comprender la dimensión de la fe. Los acontecimientos eclesiales no son, ciertamente, más complicados que los políticos o económicos. Tienen, sin embargo, una característica de fondo particular: responden a una lógica que no es principalmente la lógica de las categorías, por decirlo así, mundanas, y precisamente por esto no es fácil interpretarlas y comunicarlas a un público amplio y heterogéneo. La Iglesia, aunque ciertamente es una institución humana e histórica, con todo lo que esto comporta, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el pueblo de Dios. El santo pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con Jesucristo».

No le atinaron al Papa y tampoco a la dimensión espiritual del papado. Han regresado ya a sus lugares de origen cargados de extrañeza. Pero con la satisfacción de haberle dado rendimientos financieros a sus empresas. De lo importante, no entendieron nada.

Publicado en El Observador de la Actualidad