Change.org

changeEl manifestódromo —ése con el que ha soñado las autoridades civiles y municipales para quitarse de encima las manifestaciones a favor o en contra de mil causas— está volviéndose un hecho. Nada más que en lugar de ser un espacio al aire libre, lejos de las principales calles de la ciudad, es un manifestódromo virtual.

Cahnge.org tiene su base en San Francisco, California. Pero su sitio virtual está abierto al mundo. Se trata de un sitio en Internet mediante el cual se apoyan, organizan, representan e impulsan iniciativas sociales en contra de la corrupción y a favor del cambio en todo el planeta. Ya agrupa a poco más de treinta millones de manifestantes de diversos continentes, culturas, razas, religiones y puntos de interés. Aspira, según su presidenta Jennifer Dulski, a reunir a cien millones de activistas en un plazo no mayor a un año. Esta mujer, ex vicepresidenta de Yahoo, advierte al periódico español El País: “La tecnología es una gran herramienta contra la corrupción”.

Y de verdad lo es: pone al desnudo a los grandes controladores de la opinión desde una perspectiva que ellos no pueden controlar. Además, tampoco pueden disolver las manifestaciones en su contra con chorros de agua o con gases lacrimógenos. Los granaderos no pintan, ni los policías pueden repartir toletazo en contra de quienes se manifiestan contra sus jefes. Ni una bala de goma puede surcar la red, así que la protesta puede desarrollarse en paz. “Las redes sociales son la clave —dice Dulski—, cuanto mayor sea la conexión, mejor” para organizar una causa.

En principio, Change.org está abierta a cualquier tipo de protesta. Se autoconcibe como un altavoz para los que hasta ayer tenían la calle como único horizonte. Claro que es un servicio de paga, pero un servicio que se amolda a las posibilidades de los clientes. Y, desde luego, a las capacidades de las organizaciones y grupos de protesta para encontrar fondos que los apoyen. Se declaran abiertos, sin sesgo político, y con la intención de que sean los ciudadanos de aquí y de allá los que puedan usar el sitio. Principió en Estados Unidos pero ya tiene oficinas en 18 países y cuenta con 150 trabajadores, algo más voluntarios que asalariados.

La estrategia está ahora centrada en la computadora, pero, dentro de muy poco tiempo estará en los teléfonos móviles “porque somos conscientes que el futuro pasa por ahí”, sentencia Dulski. También son conscientes de otra cuestión muy importante: que una manifestación tiene que ser propositiva. La ofensa no cabe en Change.org, hasta ahora.

Un camino más que se abre para la tecnología y las comunicaciones. Una puerta más que cierra Internet a los ogros del poder.

Publicado en Revista Siempre!