Era imposible para un servidor creer lo que estaba oyendo. El Papa Francisco, en la homilía de su Misa cotidiana en la residencia donde vive, Casa Santa Marta, pedía al Espíritu Santo «la gracia para ser fastidiosos en los ambientes en los que la Iglesia permanece demasiado tranquila».
¡Dios mío, qué gran Papa le ha dado tu infinita misericordia a esta ralea de comodinos! Continuar leyendo
La reciente explosión de una pipa en San Pedro Xalostoc, con resultado de 25 personas fallecidas; la muerte de una señora en la colonia Roma en la ciudad de México, atropellada por una mujer en estado de ebriedad, a las 7 y media de la mañana y que se ostentaba con «influencias de arriba» para largarse de la escena y dejar tirada a su víctima; el escándalo de la hija del Procurador Federal del Consumidor, amenazando a un restaurantero de la colonia Polanco (y cumpliendo su amenaza) de mandarle cerrar el local porque no le daba la mesa que quería; el asesinato a golpes del nieto de Malcolm X en un bar de Garibaldi, otra vez en el DF, porque se negó a ser asaltado con la cuenta… todos estos episodios de prepotencia, impunidad, violencia y dejadez hablan del hundimiento moral en el que estamos.
La persecución contra los cristianos en el mundo es una carnicería que los medios de comunicación han procurado olvidar, cuando no burlarse de ella. Estarían en su «derecho» de no atenderla, pero sucede que se trata de la muerte de entre cien mil y ciento treinta mil personas cada año. Una muerte por la fe en Cristo cada cinco minutos no es cosa de risa. Es una horrorosa matanza perpetrada en la impunidad de quienes odian al Amor.
La semana pasada se «celebraron» los primeros seis años de la despenalización del aborto hasta las 12 semanas de gestación en el Distrito Federal. Una política que el actual jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, no dudó en calificar como «progresista», pues ha hecho que en la capital del país disminuya a cero «la muerte por abortos clandestinos».
El Papa Francisco ordenó a 10 sacerdotes de la diócesis de Roma el pasado 22 de abril. Fiel a su costumbre, a la que nos vamos, gozosamente, acostumbrando, pronunció la «Homilía Ritual» del Pontifical Romano para la ordenación de sacerdotes, pero la aderezó con unos comentarios que mezclan la ternura, el buen humor, la perspicacia y el salero propio del cada día más agigantado (en su sencillez) padre Jorge Mario Bergoglio.
La renuncia del Papa Benedicto XVI, la elección del Papa Francisco y la decisión de éste de gobernar la curia romana en forma colegiada, junto con ocho cardenales de la talla del de Boston –Sean Patrick O’Malley—, quien saneó una de las arquidiócesis más golpeadas por los escándalos de pederastia en Estados Unidos, ha mostrado al mundo la capacidad de reforma que tiene la Iglesia católica, a quien las más rancias y conservadoras instituciones y personas –por ejemplo la masonería y los masones— califican como obsoleta.
Los alcaldes de muchas partes de Venezuela están repartiendo una oración que empieza diciendo: “Chávez nuestro que estás en los cielos…”. Al candidato oficial, Nicolás Maduro, se le apareció un pajarito, mientras oraba en una capilla de madera “chiquitica”. Según él, era ni más ni menos que el comandante recién fallecido que le decía, a silbidos, que comenzara la batalla política en contra de la reacción y ganara la presidencia del país. Más aún, el chavismo se ha apuntado a la Iglesia de los pobres, que quiere el Papa Francisco, diciendo que es una “conclusión” y el inicio continental del sueño bolivariano, sembrado en vida por el comandante Hugo Rafael Chávez Frías…
El manuscrito de la intervención del cardenal Bergoglio en las congregaciones previas al Cónclave (
Juan Pablo II nos pidió que no tuviéramos miedo a abrirle las puertas de nuestra vida a Jesucristo. Benedicto XVI exigió que pensáramos duro y pensáramos limpio, que no tuviéramos miedo a enfrentar la dictadura del relativismo que se abate sobre el mundo. Ahora, Francisco nos llama a no tenerle miedo -en algunos casos es pavor-a la ternura.
Cada vez que se meten a un cónclave, las televisoras comerciales despliegan recursos tecnológicos, mucho dinero, mandan a sus estrellas de la información a cubrirlo y terminan ahogándose en un mar de anécdotas insulsas, entrevistas en la calle a simples transeúntes venidos de Birmania o del Borgo Pío, lo mismo da, y repitiendo hasta la náusea la lista de los «papables» a los que nunca atinan o, si atinan, es porque de los 115 que podrían haber sido electos, escogen, nada más, 60 nombres…