Hubo una vez en que los partidos políticos hacían política. Preparaban a su gente para hacer política. Buena o mala, pero política, al fin y al cabo. Sabían que tenían que conducirse con alguna propiedad, ser fieles a un ideal, estudiar, entender la realidad del lugar al que aspiraban gobernar y tratar de convencer a sus votantes de que eran la mejor opción.
Me refiero, desde luego, a las democracias occidentales. Y, de alguna forma, aunque con partido casi único en 70 años, a México. En esta contienda que se avecina (quizá desde la transición de 2000) los partidos políticos han perdido la brújula. Continuar leyendo