La masacre del bar de Orlando, Florida, vuelve a poner el dedo en la llaga de Estados Unidos, un país en donde es mucho más sencillo conseguir una metralleta de asalto que un antibiótico.
La comparación no es ociosa. Hace unos días nos pasó. Y mientras íbamos “de Herodes a Pilato” en farmacias y hospitales para conseguir un antibiótico (sin éxito), un ciudadano –supuestamente vigilado por el FBI—compraba municiones y armamento para matar a media centena de seres indefensos y herir a otros tantos. Continuar leyendo