Cumple dos años el pontificado del Papa Francisco. Uno estaría tentado a decir, recordando el libro del periodista John Reed, dos años que conmovieron al mundo. Pero en la pluma de Reed se trataba de una revolución (la rusa) y la del Papa se trata de una conversión pacífica del corazón. Da lo mismo: son dos años decisivos en el replanteamiento del Evangelio en el centro del mundo.
Cada quien ha de tener su momento “cumbre” del 13 de marzo de 2013 a la fecha. Yo tengo muchos, me sería muy complicado reservar el mejor de todos. Pero quiero compartir con ustedes esta foto que acabo de tomar.
Son los que yo llamé, malamente, desde luego, los “papaboys”, los nuevos obispos que han sido nombrados para Veracruz: Fidencio López Plaza para San Andrés Tuxtla y Eduardo Cervantes Merino, para Orizaba. Hace poco los recibimos en El Observador. Y hago extensiva a Fidencio el dicho de Eduardo: “solamente el Papa Francisco sería capaz de nombrar a un obispo como yo”.
En dos años ha ido confiando al Espíritu Santo la misión de encargarle las Iglesia particulares a sacerdotes y laicos que se la jueguen por ella. No es algo nuevo: es refrescante pues marca el fin –espero—del clericalismo. Iglesia de puertas abiertas, de salida, de encuentro, de lío. Su “sana dosis de inconciencia”, como él mismo confiesa, ha extirpado de la gente –católica y no católica—la pesadez puramente institucional del Cuerpo Místico de Cristo. Le ha dado humor. Y en esta foto de Lalo y Fide, se confirma
Publicado en El Observador de la Actualidad