Misión posible

En alguna ocasión el Papa Francisco pronunció esta frase extraordinaria, que toca el verdadero drama que viven países como México y Colombia (que visita en estos días): “El corrupto es el que se indigna porque le roban la cartera y se lamenta por la poca seguridad que hay en las calles, pero después engaña al Estado evadiendo impuestos y quizá hasta despide a sus empleados cada tres meses, para evitar hacerles un contrato indefinido; o bien se aprovecha del trabajo en negro y después presume incluso con los amigos de estas astucias suyas”.

La corrupción –nos viene a decir el Papa Francisco—no es solamente del gobierno.  También de quienes habitamos en estos países “católicos” y a los que se nos hace muy sencillo culpar a Santos, a Uribe, a Calderón, a Peña…  Usted y yo hemos oído, visto, participado en actos de corrupción de los cuales, más tarde, nos jactamos.  Dos de cada tres actos corruptos en México se inician por parte del ciudadano.  Ignoro si en Colombia es lo mismo.  Seguro que lo es.  Compartimos casi el mismo nivel de impunidad.  Pocos denuncian.  Poco se persigue el crimen.  Pocos se atreven a pasar la “línea roja” del comportamiento ético, cristiano, democrático, generoso: ¿para qué?

En su libro –Creyentes e incrédulos en un mundo nuevo—el profesor holandés Bernard Delfgaauw escribió :”La misión del cristiano en nuestro tiempo es laborar por la victoria sobre el nihilismo”.  Es decir, trabajar sin desmayo para superar el monstruoso “da lo mismo”.  No, no “da lo mismo”.  Santa Teresa de Calcuta lo mostró con su vida.  Y con esta frase esperanzadora: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”.

Publicado en El Observador de la actualidad