Paz, migrantes y refugiados

Cada víspera e inicio de año, los adivinos nos disparan una serie de predicciones que, normalmente, quedan en eso: en dichos sin sustento.  Los horóscopos y sus seguidores dan augurios que halagan al que es Escorpión, Libra, Géminis…  Los economistas hablan de crecimiento –que jamás se da—y los politólogos de catástrofes, que siempre son peores.

Solamente la Iglesia habla de paz.  Y la paz hoy mismo, al amanecer de 2018, se encuentra (¡escuchen mujeres y hombres del poder!) en los cuatro verbos que conjugan las cuatro acciones con las que el Papa Francisco quiere que sean vistos y tratados los millones de migrantes y refugiados que hay en el mundo (y Estados Unidos es, por ventura, el país con mayor cantidad de ellos): acoger, proteger, promover e integrar.

Acoger quiere decir aceptar la diferencia.  El otro, el extranjero, debe pasar de ser un extraño a ser un hermano en situación vulnerable.  Proteger tiene el sentido de darle un medio para guarecerse, para poder planear su vida en la confianza de quien tiene, al menos, un techo.  Promover es el tercer paso.  Darles una vía para ganarse el sustento diario y dar de comer a sus familias.  Y, finalmente, integrarlos a la comunidad como miembros de pleno derecho a servirla y a enriquecerla.

Hay muchos ejemplos de esto en Estados Unidos como para pensar que es imposible conjugar los cuatro verbos, las cuatro acciones descritas por el Papa en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2018).  También en México.  Pienso en Tijuana y los refugiados haitianos.  Cómo ellos se han integrado a la sociedad de Baja California, tienen trabajo y han empezado a crear una cultura haitiano-tijuanense rica en expresiones culinarias y culturales.  Claro que se puede.

Publicado en El Observador de la actualidad