Del grito a la acción

¡Viva Cristo Rey! fue el santo y seña de los cristeros.  Incluso al momento de ofrecer su pecho a los fusiles del “supremo gobierno”.  En el paredón era donde probaban su fe.  Hoy el paredón es otro.

El reinado de Cristo ya no se testimonia a balazos, sino en la vida cotidiana.  Ir en contra de la corriente es el martirio moderno, diría el Papa San Juan Pablo II.  Y Santa Teresita recordaba, una y otra vez, que los nuevos santos, los de nuestra época, estarían insertos en el mundo.

Así pues, ¡Viva Cristo Rey! ha de pasar de grito, canto y proclama a sustento de acción.  Todos los días, en el auto que me lleva al trabajo, en la compra del mercado, en el pupitre del colegio, en la espera del médico, en la ventanilla de atención, en la cocina de la casa tanto como en el despacho de un rascacielos o en la oficina del funcionario, hemos de dar testimonio de su reinado; hacerlo vivo.  Hacerlo presente.

Rubén Darío –el grande poeta nicaragüense—solía decir que la fama no está del lado de los católicos.  Lo que él señalaba de los poetas y literatos, se hace extensivo a los profesores, las amas de casa, los periodistas, los obreros o los licenciados, doctores, albañiles, arquitectos, comerciantes o los políticos que afirman su catolicidad más que como adjetivo, como sustantivo: como manera de ser y de actuar en su día con día.

Los primeros cristianos de Roma eran notables no por que ocuparan cargos importantes, sino por la manera en que se amaban y se ayudaban entre ellos.  Eran intolerables para el poder.  Y los mandaban al martirio.  Morían como habían vivido: dando razones de su fe.  Los cristeros, también.  ¿Nosotros?

Publicado en El Observador de la actualidad