Uno de cada tres latinoamericanos pagó sobornos por servicios públicos básicos durante 2016. Uno de cada dos mexicanos lo hizo en ese mismo período. Conclusión: los mexicanos somos los que más mordidas pagamos en la región de América Latina y el Caribe.
El informe proviene de Transparencia Internacional (TI). Y si bien da una visión negativa de quienes conformamos la reserva mundial del catolicismo, es peor aún para México: 51 por ciento de los mexicanos encuestados por TI (del 27 de mayo al 8 de junio de 2016) aseguró haber pagado un soborno. ¿Así respondemos a la gracia de que Guadalupe se quedó a vivir entre nosotros?
Pues sí. Así le respondemos a nuestra madrecita del Tepeyac. Usando la mordida como salida a la ineficiencia de nuestros funcionarios; perpetuando la insensatez política; avalando a quienes, por encima del interés público, ven solamente sus intereses personales. Cada vez que damos una mordida hacemos que el sistema se consolide, que la corrupción se vuelva una “cultura” (desde luego, una mala cultura; una mala forma de ser).
Tras los terremotos, las inundaciones y los huracanes del septiembre trágico, resurgió una forma de patriotismo que nos debería “mover el tapete”. Ese patriotismo solidario, incluyente, cristiano, maravilloso que describe lo mejor de México. En la mirada de Guadalupe no hay doblez. Y esa mirada nos sigue interpelando: haz el bien, comparte tu vida; nunca dejes que el dinero negro de la corrupción manche tu alma.
Es fácil decirlo. Lo sé. Pero es el único camino para recuperar el acontecimiento guadalupano en nuestra Patria. Y desde aquí “exportarlo” al mundo, empezando por nuestra región. Que México no sea líder en corrupción, sino líder en esperanza. Y cada uno, sin necesidad de recompensa, lo podemos hacer.
Publicado en El Observador de la actualidad