Durante la célebre homilía del 8 de abril de 1994, con ocasión de la inauguración de la restauración de los frescos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina, san Juan Pablo II se refirió a ésta como “un santuario de la teología del cuerpo humano”.
A muchos despistados, sorprendió que un Papa hablara del cuerpo. ¿Qué no se supone –decían– que los católicos desprecian al cuerpo y, más aún, al cuerpo desnudo como Miguel Ángel lo presenta, por ejemplo, en el monumental fresco del Juicio Universal? Muchos despistados lo siguen pensando.
San Juan Pablo II: “Al parecer, Miguel Ángel, a su modo, se dejó guiar por las sugestivas palabras del Génesis que, con respecto a la creación del hombre, varón y mujer advierte: Estaban desnudos, pero no se avergonzaban uno de otro (G. 2,25). La capilla Sixtina, si se puede hablar así, es prescisamente el santuario de la teología del cuerpo humano. Al dar testimonio de la belleza del hombre crado por Dios varón y mujer, la Capilla Sixtina expresa también, en cierto modo, la esperanza de un mundo transfigurado, el mundo que inauguró Cristo resucitado y, antes aún, en el monte Tabor”.
¡Qué profundidad de imagen! El cuerpo humano transfigurado, elevado a categoría de obra maestra de la Creación, templo del Espíritu de Dios, casa de santidad y aprecio. No para elevarlo al culto personal, sino para significarlo como una luz amorosa, la luz que atraviesa la Sixtina.
Publicado en El Observador de la actualidad No. 1134