Nadie, en sus cabales, puede decir ahora que el Papa Francisco está abriendo la puerta a otros modelos de familia que la familia natural. En su reciente viaje a Medio Oriente, fue clarísimo contra la colonización ideológica que están sufriendo las familias y más adelante, la guerra mundial que se ha emprendido contra el matrimonio.
¿De qué guerra está hablando? De la que se libra, sobre todo en los medios de comunicación y en las redes sociales a favor de una ideología que, como toda ideología, reduce la capacidad de pensar libremente y de expresar lo que corresponde a la naturaleza y no al poder. La ideología que ahora se quiere imponer: que familia y matrimonio son cualquier organización o unión de hecho y que el matrimonio “la cosa más bonita que Dios ha creado”, no tiene otro sentido más que la satisfacción personal y la transmisión de bienes. Que cuando truena, adiós y buenas noches… ¿Y los hijos? ¿Qué son? ¿Juguetes?
En el vuelo de regreso de Roma enseñó la otra cara, la que tanto le cuesta a los teologuillos de tres al cuarto: la de la misericordia. Dijo que él ha tratado a personas homosexuales e intentado acercarlas al Señor. No todas pueden hacerlo, pero el acompañamiento, el discernimiento y la integración son las únicas respuestas de la Iglesia de Jesucristo ante la fragilidad humana. No se puede, ni se debe, despreciar a nadie. Si Jesús nunca lo hizo, ¿por qué nosotros?
Publicado en El Observador de la actualidad 1109