Refugiados

migrantesHay pocas condiciones de vida más tristes que las que tienen que enfrentar los refugiados, los desplazados, los que huyen de su tierra.  Víctimas del odio, el odio les quita todo.

Durante 2015, la crisis de los refugiados sirios nos explotó en la retina.  El pequeño Aylan Kurdi, encontrado ahogado, boca abajo, en las playas de Bordum (Turquía) hizo comprender el tamaño del drama.  Y nos dimos cuenta que en el mundo hay 60 millones de desplazados que claman justicia, solidaridad, comprensión y cariño.

Que claman a la Iglesia católica su condición de primada en la caridad.  La Iglesia somos todos los bautizados.  Es decir, Aylan también te reclama a ti.  Es tu responsabilidad, como la mía, como la de los sacerdotes, los obispos o de las organizaciones que se han dado a la tarea de acoger a los refugiados sirios, kurdos, centroafricanos, pero también hondureños, salvadoreños, guatemaltecos que huyen de las maras…

Entre las organizaciones, resalta Ayuda a la Iglesia que Sufre.  Felizmente en operaciones desde México y, mediante un convenio, que ahora comienza, con El Observador, nos da la norme oportunidad de ayudar efectivamente a los refugiados del mundo: con oraciones, con 200 pesos al mes, compartiendo el Boletín que se inserta en este número.

Las costas de Turquía, la fronteras del norte de México, los montes de Bangui son todos Aylan.  Víctimas del odio que saben o intuyen que la Iglesia –tú y yo—somos el único refugio para aliviar su dolor.