Todos los intentos que hayan realizado los gobiernos por confiscar el acceso libre a Internet van camino al fracaso, o a fomentar la inventiva de los internautas. Dos grandes ejemplos —Cuba y China— podrían ilustrar lo que describe el investigador francés Frédéric Martel sobre la censura y que resume buena parte de su reciente libro, Smart (Taurus), sobre Internet.
Como es bien sabido, en China, Google está prohibido. Pero eso no ha quedado para Occidente nada más; al contrario, en su lugar, se utiliza el motor de búsqueda chino Baidu. No hay Twitter, sino Waibo; ni Facebook, sino Renren; ni YouTube, sino Youku; ni MSN, sino QQ. Los chinos han creado clones, imitaciones de las webs americanas. Lo han hecho igual que con los relojes, las camisas, las cámaras, y hasta con la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Por ejemplo, el portal Alibaba es en China un equivalente de Amazon, PayPal tanto como de eBay, pero hete aquí que su volumen de ventas supera al de estas tres compañías juntas. “China no sólo ha construido una Intranet: está llevando a cabo un Internet global con miras expansionistas. China tiene ya el segundo Internet del mundo. Y ahora aspira a ser el primero…”, escribe Martel. En menos de dos décadas lo va lograr. Ya no es posible hablar de Internet sino de internets.
Por lo que respecta a Cuba, Raúl Castro anunció en verano de 2013 la apertura de un centenar de lugares con acceso a Internet en Cuba con el fin de que los cubanos pudieran navegar libremente por la red. “Estuve allí hace unas semanas y pude comprobar que este anuncio era pura propaganda. Internet sigue siendo poco accesible, sólo en grandes hoteles y en despachos gubernamentales, con largas colas y un coste de ¡10 euros (unos 180 pesos) por hora!”, dice Martel.
Para este investigador, el pretexto del embargo estadounidense a Cuba tampoco se sostiene, “pues en 2011 se instaló (con ayuda de los europeos) un cableado submarino de mil 600 kilómetros de fibra óptica entre Cuba y Venezuela, que sirve para el ejército y los servicios secretos, pero no para los cubanos”.
Hoy mismo somos cerca de 2 mil 700 millones de seres humanos en todo el mundo conectados a Internet. Y dentro de cinco años, seremos 5 mil millones. “Internet estará aún más fragmentado, territorializado, y cada vez menos en inglés”, concluye Martel. Pero, seguramente, cada día será más libre. En la libertad y la creatividad que la censura nada más no podrá detener.
Publicado en Revista Siempre!