Estaban muy quitados de la pena los asistentes al Ángelus del pasado domingo, escuchando al Papa Francisco, cuando, de pronto, surgió en el Santo Padre el humor desbordante del Padre Jorge. Les dijo que les iba a recetar a todos los ahí presentes una nueva medicina. Como acababa de estar resfriado, la gente seguramente pensó que se trataba de una medicina para el catarro. El Papa preguntó:
–¿Cómo? –pensarán ¿Es que el Papa se ha hecho farmacéutico?
La broma había prendido en la gente. Fiel a su “método jesuita” el Padre Jorge dejó unos segundos flotando la cuestión, y luego mostró, desde el balcón de su estudio, una caja similar a la de cualquier medicamento. Y explicó:
–No. Se trata de una medicina espiritual para mantener los frutos del Año de la Fe que ahora termina… Son 59 pastillas que ofrecen el amor, el perdón y la fraternidad.
Es la Miserikordyna, una idea que viene de Polonia con ocasión de la celebración de la Divina Misericordia y que incluye un rosario, con el que se puede rezar la coronilla de la Divina Misericordia. En total, 59 pastillas, esto es, 59 cuentas que el Papa invitó a consumir.
–¡No se olviden de tomarla!, exigió el Papa con una sonrisa, anunciando que iba a repartirse en la Plaza de San Pedro, como efectivamente se hizo con 20 mil unidades.
–Tómenla, hace bien al corazón, al alma y a toda la vida, subrayó Francisco.
La Miserikordyna, la medicina de Jesucristo puesta en manos del Papa. Se puede tomar a cualquier hora del día. En el embarazo o la lactancia, con otros tratamientos y sin una dosis señalada por el médico. Es buena para todas las edades. Más para los que se creen “buenos”.
Publicado en El Observador de la Actualidad