De telenovela

Los virtuales precandidatos a la Presidencia de la República nos están haciendo muy ameno el tiempo de veda llamado, oscuramente, tiempo de intercampañas. Toca el turno al mexiquense Enrique Peña Nieto quien, según el periódico Reforma tiene planeado conquistar al electorado femenino con algo mucho más profundo que su porte y buen tipo: modificando el contenido de las telenovelas (producidas, supongo, por su casa de confianza, Televisa).

No sé si el plan llegue a concretarse. De acuerdo al diario capitalino EPN va a ofrecerles a las mujeres “nuevas” telenovelas que promuevan “nuevos” modelos de convivencia en los que hombre y mujer jueguen “nuevos” roles y desempeñen “nuevos” papeles: más igualitarios, más apoyadores ellos en el hogar y ellas en la chamba (no sé si más fieles: el “nuevo” modelo, si se basa en la estructura Peña Nieto de fidelidad matrimonial, a lo mejor inventa “nuevos” modos de disculpa de poner el cuerno: por ejemplo, “estaba emocionalmente zarandeado”, o cosas por el estilo).

Bien se ve que el “nuevo” PRI, que comanda don Enrique, en su intento de regreso a Los Pinos, anda con las pilas recargadas. Porque, mire usted, esos de buscar “nuevas” prácticas sociales a partir de colar contenidos químicamente correctos en las comedias, es algo que no se ha inventado todavía (creo que lleva desde 1950). Y puestos a observar los resultados en la cultura del televidente, las que promovieron —por citar un caso— la erradicación del uso de la mujer como objeto sexual lograron clamorosamente su objetivo desde que se emitieron a la fecha, a mediados de los setenta y en los ochenta, cuando a Televisa le dio por participar en la renovación moral de la sociedad, aumentaron las violaciones, los estupros, la trata, el abuso, la violencia…

“El candidato de las mujeres” dice que quiere autoproclamarse Peña Nieto. Y qué bueno que lo quiera hacer. Pero un candidato del 52 por ciento de la población mexicana, tiene que ofrecer algo más que “nuevos” contenidos en las comedias de la tarde (no creo que en la historia de las democracias haya habido una propuesta tan colosal): tiene que ofrecer respeto a la dignidad de la mujer, aceptación de su diferencia, complemento de tareas, igualdad de funciones por igualdad de salario, cobertura económica e incorporación de la mujer en el núcleo machista de toma de decisiones en el hogar, en la empresa, sobre todo en la política…

Justamente, el estereotipo difundido por las telenovelas es el que tiene al país sumido en el desencuentro hombre-mujer. ¿Se podrá matar un veneno usando el mismo veneno?

Publicado en Revista Siempre!