El secreto y no

La serie “Nuevos Cuadernos de Anagrama” de la editorial que lleva el mismo nombre, abre con un texto de mi admirado Claudio Magris (¿cuándo le van a dar el Nobel de literatura?) cuyo título, enigmático, he puesto a la cabeza de esta colaboración semanal: “El secreto y no”.

¿Cuál es la función del secreto y cómo éste se alía, directamente, al poder? La respuesta de Magris (Trieste, 1939) es este pequeño y penetrante análisis. En efecto, el poder (en todas sus vertientes, sobre todo en la vertiente política) necesita precisamente del secreto tanto como de su violación. El secreto es mío, la violación del secreto la hago para poner al descubierto a mi contrincante (a mi pareja, al otro partido político, al enemigo del trabajo…). Por lo demás, “el poder necesita siempre el secreto”.

El ensayo de Magris se basa en una historia —y cómo no— de Chesterton. Éste célebre maestro de la paradoja (que, curiosamente, también lo era del sentido común) explicaba que si alguien dejaba a oscuras una habitación era para hacerle creer al otro que en esa habitación había algo inefablemente amenazador e incognoscible, algo que se mantenía en secreto mientras el otro permaneciera fuera de la habitación. Bastaba, pues, entrar y accionar el interruptor de la luz para darse cuenta de que no había nada.

Así funciona el secreto político y el secreto en muchas otras áreas del quehacer humano. Pasar por misterioso cuando no se tiene nada qué decir. Ni qué proponer. “El secreto es una de las prerrogativas esenciales del poder. Esconder, cubrir, borrar, hacer desaparecer la verdad”.

Piénsese, por ejemplo, en las campañas políticas que nos atenazan hoy. Todos parecen tener un secreto del otro, que van a sacar cuando puedan y cuando sea necesario, como arma política. Los ciudadanos valen bolillo. Lo que importa es el poder. Y no lo que la gente quiera, pueda o tema.

Sin embargo, el tiempo del secreto (y de su potencia) está por terminar. Las redes sociales hacen cada día más la vida privada como una cosa pública. Como ciudadanos (y como políticos) lo que cabría ahora es defender la intimidad de las personas. “Hay una intimidad que debería ser inviolable, dice Magris, más aún en la época del nudismo psicológico y del registro universal de masas”.

Es en esto donde la política debería poner énfasis: la primacía de la persona. Pero no. Al menos en México prevalece la idea de que, a mayor secreto, mayor poder. Y no es así. A mayor secreto, mayor fascismo.

Publicado en la revista Siempre! (14 abril 2018)