Entrevista hecha por el diario italiano Avvenire por la visita del Papa Banedicto XVI a México a Jaime Septién, periodista católico, director del semanario El Observador de la Actualidad, quien es mexicano, casado y padre de tres hijos. Por lo menos tres cuestiones muy importantes: darle a México, consagrarlo a Cristo Rey y reafirmar el cariño que siente el pueblo fiel por el sucesor de Pedro.
¿Qué significa la visita del Papa para México?
Jaime Septién Por lo menos tres cuestiones muy importantes: darle a México –segundo país con mayor número de católicos del mundo—un nuevo impulso misionero, recuperando el espíritu de Aparecida; consagrarlo a Cristo Rey del Universo (la santa misa multitudinaria se celebrará bajo sus pies, en la explanada que se encuentra en las faldas del cerro del Cubilete, la montaña coronada por el monumento a Cristo Rey), y reafirmar el cariño que siente el pueblo fiel por el sucesor de Pedro; cariño que dejó, como una estela imborrable, el beato Juan Pablo II.
Hubo algunas polémicas antes de la visita, hay sectores que dicen que la visita puede ser explotada por el partido de gobierno. ¿Qué piensa?
Jaime Septién La polémica se da porque el Papa Benedicto XVI llega a México en plena apertura del proceso electoral que determinará, el 1 de julio de 2012, quién es el próximo Presidente… No nada más el partido en el gobierno, sino que todas las fuerzas políticas quieren, como se dice en México, “llevar agua para su molino”. Pero no lo van a lograr. La agenda del Papa es completamente diferente a la agenda secular. Más aún, a la agenda política. El problema es que en México todo –desde el cambio de uso horario hasta la emisión de un billete de lotería—se convierte en asunto político. Es uno de los rasgos de nuestra cultura. Mejor dicho, de nuestra subcultura.
¿Qué diferencia hay entre las visitas de Juan Pablo II y esta visita?
Jaime Septién La misma diferencia –y la misma continuidad de fondo—que hay entre ambos pontificados. Juan Pablo II fue coreado por la multitud como “el Papa mexicano”. Su presencia y su testimonio arrasaron al pueblo de México. Era, dicen los enterados, un Papa al que se le iba a “ver”. A Benedicto XVI se le va a “escuchar”. La diferencia es notable en ese sentido, pues la cultura mexicana, contrario a lo que se piensa, es extraordinariamente auditiva. Contra todos los pronósticos de la prensa laicista, creo que la visita del Santo Padre será histórica por el contenido de sus discursos, sobre todo el de la Misa en la explanada de la Expo Bicentenario.
¿Cómo cambió la situación social de México en estos diez años? ¿Cómo es el México que va a recibir el Papa?
Jaime Septién El presidente Felipe Calderón le dijo al Papa Benedicto XVI que en México los estábamos no “esperando”, sino “necesitando con urgencia”. En la última década, el tejido social del país se ha venido desgarrando por la violencia, sobre todo desde que el gobierno de Calderón decidió dejar de aplazar la lucha en contra de las bandas de narcotraficantes. México tiene tres valores fundamentales que, seguramente, el Papa va a resaltar: la familia, la defensa de la vida y la fe popular, sobre todo expresada en la adhesión de creyentes y no creyentes a la Virgen de Guadalupe. El problema central –sin temor a equivocarme—está en que en México se ha introducido ya eso que el Papa Benedicto llamó (en Múnich, en 2006) la “dureza de oído” para escuchar a Dios, o lo que el filósofo católico Dietrich von Hildebrand nombró como “la ceguera a los valores”, muy propia de los contenidos de los medios de comunicación. Por cierto, México es, con Japón y Estados Unidos, uno de los tres países más consumidores de horas de televisión…
Los mexicanos eran muy aficionados a Juan Pablo II. Según usted, ¿van a tener el mismo afecto también para Benedicto XVI?
Jaime Septién Yo digo que sí. Es el Papa el que el pueblo fiel admira. Como admira a los sacerdotes. Le recuerdo que en México, desde que se realizan este tipo de encuestas, la Iglesia católica siempre estará en primer lugar de las instituciones que generan confianza entre la gente. Casi dos siglos de insultos y persecuciones, de malos tratos y mentiras por parte del laicismo radical a la jerarquía, no han hecho mucha mella en la gente.
Se habla de una disminución de fieles en los últimos años. ¿Usted tiene datos? ¿Qué significa esto? ¿Por qué los fieles son menos?
Jaime Septién Si, la ha habido. De 88 por ciento de la población que se decía católica en 2000, hemos pasado a 83 por ciento en 2010. Yo no estoy muy seguro de los números, porque la metodología de los censos son diferentes. Pero si hacemos caso al Instituto de Estadística federal, esto significa, simple y llanamente, que la Iglesia católica en México se “durmió en sus laureles”, es decir, se confió de su prestigio y penetración. Aparecida (2007) y la Misión Continental –que tras este “pentecostés de la Iglesia latinoamericana” se produjo—han venido a convulsionarla. Todas las diócesis del país se han vuelto misioneras; están yendo a donde “la sal del Evangelio ha perdido su sabor”. Soy optimista: muy pronto vamos a ver buenos resultados, porque Roma es la casa espiritual de México.
Se van afirmando también nuevos cultos, algunos muy extraños como el de la santa muerte. ¿Es una consecuencia del narcotráfico?
Jaime Septién Sí y no. Sí, porque los narcotraficantes y las bandas criminales que operan en el país, tienen una relación muy cercana con la muerte y el peligro; no, porque no todos los que están en este tipo de rituales son parte del crimen, ni mucho menos. Lo segundo tiene que ver –pienso yo—con la “ceguera a los valores” de la que hablaba hace un momento. Algunos sociólogos dicen que el mexicano, desde antes de la Conquista española, tiene una relación muy cercana con la muerte; que se ríe de ella y que la invita a comer… Dicen que por eso han proliferado rituales como el de la “santa muerte”. Yo no lo creo. Yo estoy seguro que en el fondo hay un desconocimiento de Cristo o porque se les ha desarrollado una miopía brutal o porque no hemos sabido cómo comunicarlo en los tiempos modernos… Cuando la Conquista, no pasaron ni diez años y los bautizos colectivos (nos lo narran los misioneros franciscanos) eran impresionantes.
¿La violencia de los últimos años afectó también a la dimensión espiritual de los mexicanos?
Jaime Septién La volvió más densa. En las iglesias del norte del país, por ejemplo, se han multiplicado las horas santas, los actos de desagravio, las capillas de adoración nocturna. El episcopado mexicano ha emitido una oración por la paz que se reza en muchos sitios, la asistencia a la Eucaristía es más copiosa… Es lógico: cuando la zozobra nos enfrenta con el día a día, la necesidad de auxilio espiritual crece. No quiero decir que la violencia sea necesaria para que uno vaya al templo, no. Pero al mexicano le avisa que está ahí Jesús. Y que la Virgen de Guadalupe le dijo a san Juan Diego –y con él a todos los hijos de la nación mexicana–: “¿no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”
¿Qué espera México de esta visita?
Jaime Septién Mucho. Muchísimo. Espera que las almas de los mexicanos –gente buena, hospitalaria, cortés—vuelvan a reunirse en torno a Cristo Rey del Universo. En 1926 se desató una guerra, la “guerra cristera”, por la defensa del pueblo fiel, sobre todo de la población rural, de Cristo y de la Virgen de Guadalupe, contra la imposición de un gobierno masón de normas para el culto y de exclusión a la Iglesia. Entonces, la figura del Papa se agigantó. Las cartas de Pío XI y sus intervenciones fueron determinantes para encauzar el conflicto hacia un arreglo que paró las hostilidades (aunque hubiera muchas injusticias posteriores contra los combatientes y simpatizantes del movimiento cristero). Pienso que la situación puede repetirse hoy, con Benedicto XVI
¿Cuál será, según usted del momento más importante de esta visita?
Jaime Septién Sin duda la Misa a los pies de Cristo Rey. Hay dos jaculatorias, por cierto, el autor de ellas fue el abuelo de mi esposa, que están puestas a la entrada del santuario de Cristo Rey en la cima del cerro del Cubilete, mismas que narran, de forma preciosa, el sentido profundo del santuario, de las peregrinaciones a él y de la presencia del Vicario de Cristo en este lugar emblemático, corazón del México católico: “Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé nuestro Rey”, y “Santa María de Guadalupe, Reina de México, ruega por tu nación”. Por cierto, el Papa Juan Pablo II quiso ir a celebrar donde lo hará el Papa Benedicto XVI. El gobierno mexicano de aquél entonces, cuando el Papa pidió ir, no lo dejó.