Catolitel

La Iglesia católica se pone al día. Como gran cantidad de corporaciones, ha instalado un call center, pero con la distinción de que se no se trata de vender cosas ni de embaucar incautos, sino de guiar a los fieles que tengan alguna inquietud sobre un vasto panorama de cuestiones que van desde las interrogantes profundas de la fe a la resolución de temas como el divorcio, el aborto o la eutanasia.

Ha sido la Iglesia latinoamericana la que ha puesto en marcha el proyecto. La arquidiócesis primada de México –el teléfono es 55-12-10-10— es la primera en el país en contar con el servicio. En etapa de prueba, tendrá que mostrar pronto que cuenta con especialistas adecuados para responder las preguntas de los fieles y, sobre todo, para aguantar el tipo ante la avalancha de insultos y maledicencias que va a recibir en cascada. Mentes perversas y anticatólicas no van a cejar en su empeño de «tronar» este servicio que, desde luego, no sirve a los «intereses» del diablo.

En muchas ocasiones he escuchado quejas de los responsables de los diferentes teléfonos de emergencia (casi todas las direcciones de protección civil de los estados de la República los tienen) sobre el abultado porcentaje de llamadas de broma que reciben. En casos –como en época navideña— el porcentaje se eleva hasta un 80 por ciento (8 de cada 10 llamadas son de bromistas estúpidos). Si eso pasa con acontecimientos que ponen en peligro la integridad física de la gente, cuánto no va a pasar con el Catolitel.

Sin embargo, aquí y en cualquier otro ámbito, las fuerzas del mal no van a prevalecer. Y que sea bienvenido este sistema que ha mostrado sus bondades en muchas otras áreas de la vida en sociedad. Por ejemplo, en el área de la denuncia ciudadana anónima. O en el consumo responsable. La desorientación religiosa está a la orden del día. La moral es una «cosa del pasado». Nunca, como ahora, este tipo de servicios ha sido tan necesario.