San Juan Dehedó

«En la noche de san Juan, cómo comparten su pan, su mujer y su gabán… gentes de cien mil raleas», dice La fiesta, canción que inmortalizó Joan Manuel Serrat.  Las fiestas de San Juan Dehedó, en el corazón de Amealco (zona limítrofe de los estados de Querétaro y Michoacán), se extienden hasta el 1 de julio, día en que se recuerda a la Preciosa Sangre de Jesús. 

En un espíritu de peregrinación, fiesta popular y liturgia (perfecta combinación de la religiosidad popular que quiere construir la Iglesia católica), San Juan Dehedó ha logrado que un templo que comenzó su andadura en el siglo XVI llegue al corazón del pueblo fiel en pleno siglo XXI.  La historia de la religión católica es un arroyo que fluye, vital y libre, en las venas del pueblo mexicano.  El Santuario de la Preciosa Sangre de Cristo reúne a miles que vienen de toda la región otomí a venerar esta imagen de Jesús, hecha en Michoacán con pasta de caña de maíz y sellada con baba de maguey, según don Salomón, un cronista lugareño. 

Tierra de manantiales, «agua en la piedra» (eso quiere decir Dehedó), era parte del camino real de tierra adentro, la famosa ruta de la plata que dio norte a la Nueva España.  Como poblado de ruta, hasta él llegaron los esfuerzos de la admirable misión católica de los primeros evangelizadores.  Hoy la misión –sembrada en lo hondo de los otomíes—es otra: revitalizar la fe sencilla con la cultura y el testimonio. He visitado, con mi familia, el Santuario, por indicación del padre Rogelio Olvera y por el pregón de una admirable mujer mayor, doña Alejandra, habitante de la región, devota de «la preciosísima», peregrina, trabajadora infatigable.  Maité, mi mujer, mis hijos, se han acercado a la bella imagen de Cristo rodeado de flores, flores que son la divina sangre derramada por el perdón y la redención.

Es ahí donde el catolicismo mexicano cobra vida.  Ahora hay que llevarlo a otro terreno.  El de la misión a que nos empuja Aparecida.  Que salga del corazón de los indígenas.  Del corazón de los evangelizadores.  Del corazón de Jesús.