La semana pasada tuve el privilegio de vivir dos acontecimientos que me hablan de una primavera de la fe en México, tras el Pentecostés que ha sido, para América Latina, la V CELAM de Aparecida, Brasil, en mayo de 2007.
Primer acontecimiento: la llegada a la diócesis de Querétaro de monseñor Faustino Armendáriz Jiménez. Con la asistencia de 62 obispos, entre ellos dos cardenales, se dio una fiesta popular. El entusiasmo de los fieles desbordó las previsiones más optimistas. Los aplausos al hoy obispo emérito, monseñor Mario De Gasperín Gasperín y el cariño mostrado a su sucesor por el pueblo queretano solamente tuvieron comparación con el finísimo reconocimiento, saludo y acogida, como amigo, hermano y maestro, que le dio monseñor Faustino a monseñor Mario. ¡Qué grandeza de corazón la que reclama el amor de los sucesores de los apóstoles! ¡Cuánto tenemos que aprender nosotros, los laicos, de esa continuidad sin reparos, de esa hermosa conjunción de vidas en un solo interés: mostrar al mundo lo que el nuncio Christophe Pierre (otro gran protagonista de esta primavera mexicana) dijo en la homilía de la Misa de bienvenida: que Cristo es el único que da sentido a nuestra existencia!
Segundo acontecimiento: un coloquio al que me invitó la Pastoral Educativa de la arquidiócesis de Tlalnepantla, cuya cabeza es monseñor Carlos Aguiar Retes (presidente de la CEM y del CELAM). Se trató sobre libertad religiosa y elecciones 2011 (en el Estado de México) y 2012 (a nivel federal). Los participantes de la mesa –entre quienes se encontraba el doctor Armando Martínez, presidente de los Abogados Católicos—señalamos la necesidad de que los laicos tomemos conciencia de la dimensión social de la fe católica, que insistamos, a tiempo y a destiempo, en recuperar los espacios culturales con la doctrina y la acción. Cuál no sería nuestra sorpresa que en el auditorio del Seminario de Tlalnepan-tla, abarrotado, se exigiera, ahí mismo, formar un grupo, una asociación, una presencia comunitaria que diga a los políticos: ¡aquí estamos, nunca más una decisión sobre libertad religiosa sin nosotros!
Ésta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia. Éste es el «espíritu de Aparecida»: un llamado a la misión permanente. Porque estamos convencidos de que una fe que no se hace cultura, es una fe muerta. Y queremos que nuestro México tenga vida en abundancia.