Estos días el padre Justo López-Melús cumplió 59 años de sacerdocio. Lo «celebró» a su manera: con una modesta cena, rodeado de familias amigas que desde hace 13 años lo tienen como referencia en el templo de San José de Gracia, en el centro histórico de Querétaro.
Aragonés inquieto y cultísimo, don Justo pasó muchos años como profesor en el seminario de Toledo. Contemporáneo de Martín Descalzo, de Javierre, de tantos sacerdotes españoles que han tomado la pluma en libros, periódicos, revistas. Que se han forjado en la cultura. Que han sabido ser sacerdotes y ser líderes de opinión. ¡Qué falta hacen!
Don Justo –a quien el obispo don Mario le dice, en son de broma, «el único Justo de la Diócesis»—ha sabido hacerse un hueco en el corazón de mucha gente. Es puntual, siempre tiene una frase en la recámara, esperando a que exista la ocasión para recordarla. En el periódico escribe unas «Pinceladas» que son, como todo lo suyo, genuinos disparos al corazón de la fe. No para matarla o mutilarla, sino para llenarla de flores (ya se ve que son «disparos» literarios). Devoto de la Virgen, confesor incansable, conoce muchos palíndromas (yo solamente me sé el de Anita lava la tina), es un experto en latín y ha escrito quién sabe cuántos libros. Los últimos los ha editado San Pablo y son una serie de «pinceladas» sobre no tener miedo (de comprometerse, de casarse, de amar…). Libros pequeños pero necesarísimos. Si algo caracteriza a nuestra sociedad es, justamente, lo que dice don Justo: el miedo (sobre todo el miedo a durar).
A los postres don Justo me sugirió el brindis. Con más ganas de agradar que capacidad de versificar, se me ocurrió la siguiente «puntada» dizque simpática. La pongo aquí tal que se me ocurrió: No tengo miedo, / tengo susto/ de brindar con garbo/ frente al Padre Justo. / Pero 59 años de sacerdote/ son suficiente dote/ para armar mitote. / Y me quito lo apretado/ para dejar anotado/ que un sacerdote santo/ se nos da de tanto en tanto; / y a Dios le damos honra/ de tenerlo en esta hora cenando y recordando/ el consejo supremo: / “ora et labora”.