Una de las cuestiones más interesantes del nombramiento de monseñor Pietro Parolin a la Secretaría de Estado del Vaticano, lo que se suele llamar «el número dos» del Papa, es que trabajó en México a fines de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado.
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Cada vez que se meten a un cónclave, las televisoras comerciales despliegan recursos tecnológicos, mucho dinero, mandan a sus estrellas de la información a cubrirlo y terminan ahogándose en un mar de anécdotas insulsas, entrevistas en la calle a simples transeúntes venidos de Birmania o del Borgo Pío, lo mismo da, y repitiendo hasta la náusea la lista de los «papables» a los que nunca atinan o, si atinan, es porque de los 115 que podrían haber sido electos, escogen, nada más, 60 nombres… 


