Parolin

parolinUna de las cuestiones más interesantes del nombramiento de monseñor Pietro Parolin a la Secretaría de Estado del Vaticano, lo que se suele llamar «el número dos» del Papa, es que trabajó en México a fines de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado.

¿Qué hay de particular en eso? Que estuvo detrás de las cortinas en las negociaciones que llevó a cabo el entonces Delegado, Girolamo Prigione, con el régimen de Carlos Salinas de Gortari para lograr –en 1992— la reforma al 130 constitucional.

Con esta reforma se estableció una nueva Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público que, aunque de manera limitada, ponía las bases de la separación Iglesia-Estado al tiempo que nuestro país reanudaba relaciones diplomáticas con el Vaticano. Se acababa la simulación. La Iglesia, a los ojos del gobierno, ya tenía una personalidad jurídica. Ya era «alguien».

Las negociaciones han de haber sido arduas, difíciles, tensas. Recordemos que López Portillo recibió, en enero de 1979, al Papa Juan Pablo II con aquella frase histórica: «Santidad, llega usted a un país surrealista, donde todo el pueblo es católico y todo el gobierno masón…». Monseñor Parolin estuvo en ese trance de la modernidad de México. Un trance que muchos de la segunda parte de la frase de López Portillo consideraron como «traición» de Salinas a «los ideales de la Revolución».

Hoy, Parolin estará al frente de la Secretaría de Estado. Y sabe lo que se juega en México con el tema de la libertad religiosa. No habrá nadie que le sople lo que tiene que hacer. Y, por cierto, en aquel 1992 se rumora que el actual embajador de México ante la Santa Sede, Mariano Palacios Alcocer, fue uno de los responsables de la redacción del 130…

Publicado en El Observador de la Actualidad