Cada víspera e inicio de año, los adivinos nos disparan una serie de predicciones que, normalmente, quedan en eso: en dichos sin sustento. Los horóscopos y sus seguidores dan augurios que halagan al que es Escorpión, Libra, Géminis… Los economistas hablan de crecimiento –que jamás se da—y los politólogos de catástrofes, que siempre son peores.
Solamente la Iglesia habla de paz. Continuar leyendo
Hay pocas condiciones de vida más tristes que las que tienen que enfrentar los refugiados, los desplazados, los que huyen de su tierra. Víctimas del odio, el odio les quita todo.
Muerto a la orilla de la playa de Turquía, como si durmiera boca abajo, Aylan Kurdi, de tres años de edad, es el símbolo de la estupidez del poder y de la guerra; de la ambición mezquina y de la ausencia del temor de Dios. Su cuerpecito mojado por las aguas del mar Egeo, todavía caliente del último abrazo de su madre, ahogada también en su huida del horror del EI, hace aterrizar en el atroz sentimiento de que es Jesús mismo al que vomitamos en la arena turca.
Los medios de comunicación son excelentes para enterarnos de las desgracias, pero muy poco competitivos para informarnos sobre las gracias. Esto viene a cuento al descubrir, en una nota de última plana que Uruguay va a recibir a 120 refugiados sirios, la mayor parte de ellos menores de edad que lo han perdido todo en la guerra intestina que, desde 2011, asola a ese país del Medio Oriente.