El célebre periódico londinense The Guardian ha tenido que recurrir a la inventiva para asegurar, así sea levemente, su futuro. Que una cabecera mundialmente famosa como la de este rotativo, que apenas hace tres años ganó el Premio Pulitzer, esté en problemas financieros mueve a pensar a fondo que algo malo está pasando en la industria periodística.
Pero que recurra a la filantropía para sobrevivir, francamente angustia a quienes se dedican a la edición de periódicos y revistas impresos en todo el mundo. Continuar leyendo
Gracias a Dios este domingo 16 de julio de 2017 llegamos a cumplir nuestro veintidós aniversario de circular sin interrupción, semana a semana, con el compromiso innegociable y absolutamente firme de hacer de la fe católica una cultura. Es decir: un modo de ser en el mundo.
Hace algún tiempo se decía que la imagen mató a la palabra escrita, así como había matado a las estrellas de la radio. Desde luego son exageraciones de la mercadotecnia de la imagen. Pero algo se asoma en el horizonte (que, quizá, no se pudo hacer con la radio): la interdependencia de medios periódicos impresos y el video.
Desde hace tiempo se viene anunciando un fuerte declive de los medios impresos, sobre todo del periódico diario. La industria ha estado batallando para permanecer como referente a la hora de nombrar las vías de información que tiene la gente. Pero parece que va perdiendo la guerra contra los medios digitales, concretamente contra Internet.
–¿Un periódico católico? ¿Y eso qué es?
El jesuita Walter J. Ong realizó un estudio extraordinario sobre las edades de la cultura del hombre occidental en relación a los medios de comunicación dominantes (The Presence of the Word, New Haven, 1967). Las dividió en tres: cultura oral, cultura impresa y cultura electrónica. Cada etapa organiza una forma de conocer el mundo y de conocernos a nosotros mismos. La oral a partir de la palabra hablada y el oído; la impresa, a través del texto y la vista, y la electrónica, a través del espectro audiovisual.