La importancia de la prensa (aún)

El jesuita Walter J. Ong realizó un estudio extraordinario sobre las edades de la cultura del hombre occidental en relación a los medios de comunicación dominantes (The Presence of the Word, New Haven, 1967). Las dividió en tres: cultura oral, cultura impresa y cultura electrónica. Cada etapa organiza una forma de conocer el mundo y de conocernos a nosotros mismos. La oral a partir de la palabra hablada y el oído; la impresa, a través del texto y la vista, y la electrónica, a través del espectro audiovisual.

Por su parte, Marshall McLuhan, acuñó la célebre frase de que “el medio es el mensaje”. Es decir, que el medio de comunicación usado de forma privilegiada en una era (el lenguaje, el libro, la imagen televisada…) para trasmitir el mapa del mundo a los otros, es, en sí mismo, el mensaje que se envía al espacio y al tiempo.

La tesis del padre Ong es, ligeramente, distinta a la del profesor McLuhan, pero en el horizonte se tocan: “El medio tal vez no sea el mensaje, pero determina el mensaje para el espectador o el auditorio. De este modo, necesitamos estudiar los medios de comunicación como factor determinante en la percepción” de la gente (Lowe, 1986, p. 13). Son ellos, a la vez, el mensaje y el modo de interpretar el mensaje. Y, además, con las modernas investigaciones sobre la neuroplasticidad (la capacidad plástica del cerebro humano para moldear su estructura de acuerdo a lo que la persona hace o deja de hacer), son los que moldean nuestro cerebro. Somos lo que pensamos, sí, pero también lo que leemos, escuchamos, navegamos, investigamos.

Más aún, somos lo que nos oponemos a ser frente a la tiranía de la publicidad del “todo cambia” con que nos bombardean los medios de la imagen en los que “El tiempo pasa volando, y el truco, escribe Zygmunt Bauman, consiste en mantenerse a flote con las olas. Si uno no quiere hundirse, debe seguir haciendo surf, y eso implica cambiar de vestuario, de muebles, de papel pintado, de aspecto y de hábitos —cambiar uno mismo, en definitiva— tan a menudo como le sea posible” (Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. 2008, p. 146).

En este contexto, ¿cómo no ver un “área de oportunidad” para la prensa escrita en general, para la prensa investigativa en particular? ¿Cómo no percibir la necesidad de moldear nuestra razón hacia la trascendencia, dejar de hacer surfing, zapping, mobing con la realidad y anclarse en lo que conserva, lo que se hunde en las raíces del tiempo, lo que se anuncia desde la identidad del ser humano como origen y destino?

Contrariamente a lo que se dice en la tele, son estos tiempos de lo efímero los que van a llamar a gritos al buen periodismo.

(Segunda y última parte)

Publicado en Revista Siempre!