México tiene una relación ambigua, desastrosa, con el modo de conducirse políticamente de los estadounidenses. En público, nuestros funcionarios la detestan. O dicen detestarla. Pero en los hechos, la copian como un niño recibiendo dictado de su profesor de primaria.
Durante la última reunión de alto nivel para atender grandes movimientos de migrantes y refugiados, en el marco de la 71 Asamblea General de la ONU, el presidente Enrique Peña Nieto pidió que todas las naciones reconozcan a los migrantes “como agentes de cambio y desarrollo, para que se garanticen sus derechos humanos y se destierren los discursos de odio y discriminación en su contra”. De hecho, propuso siete puntos para que las naciones “logren acuerdos reales en favor de la migración”, entre los que destaca generar “un enfoque de derechos humanos que establezca obligaciones de estados con migrantes”. Continuar leyendo
El 25 de septiembre, en una Misa celebrada al mediodía, el arzobispo de Morelia (Michoacán), el cardenal Alberto Suárez Inda, dio a conocer a los fieles que había sido encontrado el cuerpo sin vida del que fuera el párroco de la Santísima Trinidad en Janamuato, José Alfredo López Guillén.
Las interpretaciones periodísticas y “oficiales” de los tres crímenes cometidos en contra de sacerdotes la semana pasada en el país, no dejan sombra alguna de duda. Hay “mano negra” contra la Iglesia católica en México.
Cerca de 65 millones de personas —prácticamente la mitad de la población— usan la Internet en México. El tiempo promedio diario de conexión es de 7 horas con 14 minutos. De entre estos usuarios enchufados, 52 por ciento andan entre los 19 y los 44 años de edad, es decir, en el tiempo en el que se puede ser padres de niños pequeños, de adolescentes. De los usuarios, 79 por ciento se conecta, principalmente, para entrar en redes sociales. Luego está buscar películas y, por último, información.
Según los datos oficiales en este mismo momento hay cerca de 28,000 personas desaparecidas, extraviadas o no localizadas desde 2007 hasta la fecha. Fuentes externas hablan de 40,000; incluso de 50,000. En un país en el que las cifras se manejan a discreción, todo el mundo apunta a que son las fuentes ciudadanas las que tienen razón.
Uno de los ángulos ignorados, tanto por organizadores y voceros de las recientes marchas en más de 110 ciudades del país como por sus detractores, tiene que ver con la precisión de los nombres. Los nombres sobre los cuales descansaron invitación y repulsa: “familia” y “matrimonio”.
Empecinados en debatir quién habló bien o mal de la muerte (y de la vida) de Juan Gabriel o si Trump no debió haber sido invitado por Peña Nieto, pasamos de largo, la semana anterior, la visita a nuestro país —concretamente a Querétaro— del Premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clèzio.
La imagen que tengo de mi país en las Olimpiadas de Río es de vergüenza. Somos campeones mundiales, pero en bullying. Una sarta de haraganes destrozaron a la gimnasta Alexa Moreno porque no les parecía su físico, como si ellos fueran musculosos atletas. Y aunque lo fueran: ¿quién les ha dado derecho a burlase?
Hay muchos dramas en el mundo, motivados por la insensibilidad de los gobiernos frente el dolor de la gente. Uno de ellos es Tijuana, el ultimo tramo de la Patria, al noroccidente del país. La frontera más transitada del mundo. Un lugar lleno de contrastes, donde refulge la solidaridad humana (y cristiana) frente al muro que se adentra en el mar y que hace recordar al de Berlín.
El reality show que ha montado Donald J. Trump para llegar a la Casa Blanca ha sido denostar a México y lo mexicano. La estrategia que lo ha llevado, incluso, a enfrentarse con medio mundo, incluido el Papa Francisco. La pregunta es: ¿de dónde se cuelga Trump para alimentar esta estrategia? ¿Qué hay detrás?