Espero que en el transcurso de escribir estas líneas y ser publicadas, la lista de periodistas asesinados este año —nueve hasta el 21 de septiembre, de acuerdo con información del Comité de Protección a los Periodistas— no se haya engrosado.
El último en caer bajo las balas del terror y de la intransigencia fue Mario Gómez, periodista de El Heraldo de Chiapas, asesinado el viernes 21, cuando salía de su casa en el municipio de Yajalón. Continuar leyendo
La Organización No Gubernamental Article 19 acaba de presentar un mapa de la libertad de expresión y el derecho a la información en México. Se trata de la primera compilación en el siglo XXI del (lamentable) estado que guarda este derecho humano fundamental en nuestro país.
El último informe de la Relatoría Especial de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tocó una serie de temas esenciales para el futuro de la participación de voces numerosas en la conformación de la opinión pública de nuestro continente desde el espectro radioeléctrico.
La voz profética de don Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, ha querido ser silenciada por el gobierno del Estado de Morelos, con todo género de artimañas. Bajo el esquema “miente, miente, que algo queda”, los dardos en contra de quien ha denunciado –a costa de su integridad—corrupción, impunidad y violencia, no cesan. Y las acusaciones. La última, la de querer robarse las limosnas de la fiesta del Nazareno en Tepalcingo, francamente ridícula.
En efecto, tanto en las dictaduras de izquierda como de derecha —si es que se puede hacer distinción a estas alturas— la primera fase del control de la gente es el control de la libertad de expresión, levantándola en contra de los medios críticos. No se trata de minimizar el papel de la prensa, sino de coptarla, zaherirla, cortarle (desde el poder) la misión para la que existe: mostrar los intersticios por donde se cuela el sentido de la existencia en sociedad y la vida buena.
Sí, es posible. El pasado 4 de mayo tuvo lugar una declaración conjunta sobre la libertad de expresión y el combate al extremismo violento que resulta trascendental para naciones como México, en donde muchas ocasiones se tergiversa la lucha contra la violencia olvidando los derechos humanos.
Lo hemos comentado en anteriores columnas en estas páginas de La Cultura en México, de Siempre! Ser periodista en México —frente a la impunidad que persiste en el país— es como ser tiro al blanco en la feria.
Anteriormente –en México—el peligro era ser torero o limpiador de vidrios de los rascacielos (o ciclista en la capital del país). Hoy, éste último peligro persiste, pero se le han sumado otros dos: ser sacerdote o periodista.
La pasada ceremonia del Grito de Independencia trajo un inusitado fervor comunicativo —a través de redes sociales— de los asistentes a las plazas públicas donde se llevaron a cabo en estados y municipios, en delegaciones y jurisdicciones políticas del país.