Amazon ha desarrollado una tecnología impresionante en Internet para acercar los libros —no sé si la lectura— a los usuarios de la red digital en Estados Unidos. Hoy desembarca en México. El llamado “Gigante de Internet” por ser la tienda en línea más grande del mundo, llegó a un país cuyo promedio anual de lectura no rebasa los dos libros.
Alentado por el despegue mexicano de celulares, tabletas y otros dispositivos móviles, y Continuar leyendo
Los hábitos de uso de Internet señalan que en México y en la mayor parte de los países del continente americano, la mayor exposición de horas en la red la poseen los niños y los adolescentes. La repercusión que esto causa en términos sociales está por ser interpretada. Y los resultados de esa interpretación pueden ser poco halagüeños.
La televisión en México, salvo el 10 de mayo, sigue siendo “la reina del hogar”. Así lo demuestra la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales (Conaculta, 2010): el 95 de cada cien hogares mexicanos (de los cuales el 60 por ciento sobrevive bajo niveles de pobreza) cuenta con una pantalla: desde la de plasma a la de antenas de conejo.
Muchos piensan que la profesión más peligrosa es la de torero, o la de corredor de autos, escalador de montañas, arponero en la Malasia o conductor de pipas en Xalostoc. También hay quien dice que es la de vendedor de gorditas de nata en el Periférico, domador de rodeo, franelero en Polanco. No es así; en el mundo moderno —plagado de mediaciones comunicativas— el periodismo representa, en todas sus versiones, la profesión más vulnerada y más vulnerable de todas.
El manifestódromo —ése con el que ha soñado las autoridades civiles y municipales para quitarse de encima las manifestaciones a favor o en contra de mil causas— está volviéndose un hecho. Nada más que en lugar de ser un espacio al aire libre, lejos de las principales calles de la ciudad, es un manifestódromo virtual.
¿Tiene derecho a réplica un espectador de un programa de televisión que se siente ofendido en su dignidad por algún mensaje denigrante, excluyente, intimidatorio, mentiroso, racista, sexista, etcétera? “Por supuesto que la tiene”, dirían los concesionarios, los publicistas, los locutores: “que le cambie de canal…”. Es la respuesta típica de un sector privilegiado de la industria a quien el gobierno —sea rojo, verde o amarillo— no toca ni con el pétalo discreto y relajado de una reforma.
Es curioso: mientras en todo el mundo civilizado se discute cómo empoderar a la sociedad, en México se determina cómo empoderar más al poder. El acceso a Internet es un botón de muestra. Mientras en Italia, por ejemplo, los negocios se disputan a los clientes ofreciéndoles ellos el servicio de wi-fi gratis, en México es el gobierno el que quiere llevarse en las alforjas al ciudadano, tratando de elevar a rango constitucional el acceso libre. El asunto no es, desde la perspectiva del poder, si Internet sirve al ciudadano. El asunto es colgarse una medalla y hacer cada día más dependiente al ciudadano del poder.
El Papa Benedicto XVI ha dado una lección de arrojo ante la pazguata actitud de muchos cristianos que nos encogemos de hombros o echamos culpas por la revolución tecnológica y de las comunicaciones que estamos viviendo. Tuitea, tiene seguidores en facebook, lanza mensajes como el de la próxima jornada mundial de las comunicaciones sociales, en los que nos invita a conquistar -con nuevo ardor y método-el continente digital. No tener miedo o, más bien, saber que el miedo no existe más que para el indiferente ante Dios.
Esta semana se presentó en Roma Aleteia-Buscando la verdad. Un equipo de profesionales católicos de la comunicación —bajo el patrocinio de los consejos pontificios para las Comunicaciones Sociales y para la Promoción de la Nueva Evangelización— responde así al llamado del Papa Benedicto XVI para revitalizar la fe.
Ha llegado el 1 de julio. Y con él la gran movilización electoral que México sufre cada seis años. Digo que sufre porque todavía eso de la contienda electoral “como una fiesta de la democracia”, no se nos da. El espíritu bélico, de conquista y guerra florida, fruto del encuentro de dos mundos que fluye en nuestra sangre, propicia un marco virulento de amenazas, descalificaciones y uno que otro descabezado.