Haciendo un juego de palabras con el famoso texto sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, Felicidad de México, del padre Luis Becerra Tanco, publicado en 1675, el director de Letras Libres, Enrique Krauze, ha publicado en este número de mayo un extenso ensayo llamado “Desaliento de México”.
No podía ser más afortunada ni su figura literaria ni la contraposición con el texto de Becerra Tanco. En efecto, México está desalentado por no haber hecho caso a su felicidad. Continuar leyendo
Hubo estas semanas una corriente de opinión insistiendo en que nos abstuviéramos de ir a votar. Ojalá no haya hecho mella en usted. Hay que matar al pesimismo y hay que mostrarle a los que ven muerta a la Patria de qué estamos hechos los mexicanos de bien. Y que somos la mayoría.
El filósofo Karl Popper escribió alguna vez que “una democracia no puede existir si no se somete a control la televisión”. También, que los trabajadores de la televisión deberían estar sometidos a una evaluación constante, para que fueran conscientes de su papel de educadores sociales, especialmente de los niños. Más aún, Popper reafirmaba la tesis, sostenida en los últimos años de su vida, de que se está guiando a los niños, pero para ser unos depredadores.
Para cualquiera que se adentre en la política nacional es un hecho palmario que los gobernadores gozan de un poder enorme, cuyo único referente es la visita consuetudinaria que les hace el presidente de la República, y a quien le pintan las fachadas y le hacen inaugurar obras inconclusas cada vez que los “honra con su presencia”. Los gobernadores manejan todo, especialmente los medios de comunicación. Hay excepciones, no lo niego. Pero son más bien pocas.
¿Tiene derecho a réplica un espectador de un programa de televisión que se siente ofendido en su dignidad por algún mensaje denigrante, excluyente, intimidatorio, mentiroso, racista, sexista, etcétera? “Por supuesto que la tiene”, dirían los concesionarios, los publicistas, los locutores: “que le cambie de canal…”. Es la respuesta típica de un sector privilegiado de la industria a quien el gobierno —sea rojo, verde o amarillo— no toca ni con el pétalo discreto y relajado de una reforma.
México tiene un nuevo Presidente. El viejo PRI vuelve a Los Pinos. Muchos dicen que se trata del mismo partido pero de una nueva sociedad. No estoy tan seguro de que esto sea así, aunque quiero creerlo.
Uso el diminutivo de hermano porque así suele saludarme el grande pensador y cuate de un servidor, Carlos Díaz. Una vez escribió el prólogo para un libro mío y dijo una frase maravillosa: yo quiero lo que Jaime quiere. ¿Hay mayor fortuna de una amistad que se expresa tan alto? ¿Hay mayor compromiso?
Tras una larga y aceitosa calificación, el 31 de agosto se acabó el proceso electoral del primero de julio. No sé si esa práctica cunda en otros países. Lo dudo. Que en México nos tardemos dos meses en contar los votos, significa que todo el dinero que hemos gastado en perfeccionar las instituciones que cuidan las elecciones ha sido, más o menos, en vano. Con ábaco sería más ágil el conteo.
Cada día que pasa, las redes sociales se encargan de mostrarnos en lo que hemos convertido nuestra democracia. Dijo don Raúl Vera, obispo de Saltillo, que quien vendiera su voto era «reo de sangre». Y dijo bien. Por desgracia, el hambre ganó a la sangre. Y la inmoralidad profunda de los compradores de votos.