Entrevista exclusiva con el mexicano Gustavo García-Siller, nuevo arzobispo de San Antonio, Texas / El 23 de noviembre tomará posesión de la arquidiócesis de San Antonio, Texas, monseñor Gustavo García-Siller (San Luis Potosí, México, 21 de diciembre de 1956), quien fuera obispo auxiliar de la arquidiócesis de Chicago, del vicariato número cinco, en donde tenía encomendada la numerosa comunidad hispanoamericana residente en esa ciudad.
Monseñor García-Siller, misionero del Espíritu Santo, concedió esta entrevista exclusiva.
¿Cuáles son sus primeras impresiones sobre la encomienda que le ha confiado el Papa en una arquidiócesis como la de San Antonio, con altísimo componente hispanoamericano?
«De gran responsabilidad. Se me ha dado la confianza de continuar la evangelización en San Antonio. Es una arquidiócesis grande y muy significativa en la historia de la evangelización de los Estados Unidos, en los estados del sur. Ha tenido —también— una influencia muy grande en el desarrollo del liderazgo hispanoamericano en esta nación. Por lo demás, no creo que haya sido elegido para esta encomienda solamente por mi trabajo con los hispanoamericanos. Un obispo tiene que estar abierto al servicio de todos en la Iglesia. Por las características personales, desde luego que sí he realizado un esfuerzo —al parejo que el de toda la Iglesia— por la integración de los hispanoamericanos en la nación estadounidense.
¿Cómo ve usted el presente y el inmediato futuro de la reforma migratoria integral —comprehensiva, dicen ustedes—en la que la Iglesia católica de EU ha puesto tanto esfuerzo por lograr?
«Hay varios niveles de respuesta. A nivel de la Conferencia Episcopal ha ido surgiendo con más fuerza el sentido de la necesidad de esta reforma migratoria comprehensiva y compasiva. Obispos, grupos de laicos, hemos tomado más a pecho esta reforma. Hay muchas personas que desde la Iglesia están asistiendo a parroquias, a comunidades, para que escuchen y conozcan los pormenores de una reforma necesaria para los migrantes.
«No ha habido un movimiento similar en el legislativo. A este nivel los últimos meses se ha detenido todo el proceso. Estamos como en un impasse en lo que mucho tienen que ver las elecciones, la mitad del mandato del Presidente; hay muchos cambios en muchos estados, vino lo de la Ley Arizona… Hay que tener mucho cuidado porque ante este vacío puede haber expresiones del ‘complejo del mesías’».
¿Qué experiencias positivas conoce usted de acogida a los migrantes en Estados Unidos, concretamente en la arquidiócesis de Chicago?
«En las ciudades muy grandes —Denver, Los Ángeles, Houston— ha habido experiencias muy interesantes y proyectos de mucha fuerza a favor de los migrantes. Aquí en Chicago, desde hace siete años ha habido una organización de ayuda al inmigrante y el primer brote muy significativo fue el de los ‘Sacerdotes para la Justicia de los Inmigrantes’. Son cerca de 250 sacerdotes de la arquidiócesis de Chicago que están comprometidos fuertemente con la ayuda al inmigrante. Trabajan en la línea de preparación para entender el fenómeno migratorio en general, el de todas las culturas que confluyen en Estados Unidos.
«El trabajo de los sacerdotes provocó que hubiese un grupo similar de religiosas en pro de la justicia de los migrantes: son alrededor de 600 religiosas involucradas y que han sido clave en la oración tanto como en los centros de detención, para orar las personas que son deportadas, poder conseguir información relevante para sus familias, etcétera. También trabajan laicos en estos centros de sacerdotes y de religiosas».
¿La arquidiócesis de Chicago es la primera diócesis de Estados Unidos que ha abierto un centro de inmigración , el llamado ‘Toribio Romo’, patrono de los inmigrantes?
«Sí y de eso me siento muy orgulloso pues he sido partícipe de este centro. Desde ahí se vio la necesidad de abrir la oficina de inmigración dentro de la arquidiócesis. Tenemos ya un equipo con una directora de migración dentro de la diócesis, como tenemos otros departamentos con sus directores. Como usted puede observar, es un cambio radical por lo que requiere de entrenamiento, de personal, de economía, de recursos, pero ha hecho mucho bien. Este centro de migración nos ha facilitado los contactos con los cónsules, con las embajadas, contactos que nos han llevado a otro círculo de relación y de influencia para apoyar a nuestros migrantes».
¿Se podría replicar esta experiencia de Chicago en otras diócesis de Estados Unidos?
«Sobre todo en diócesis o arquidiócesis grandes. En las pequeñas tienen otras oportunidades. Pero el comunicarnos unos a otros los modelos y procesos de esfuerzo pastoral nos va ayudando a todos a abrir nuevos horizontes en situaciones tan difíciles como lo son las que plantea la migración».
¿Cómo ha fecundado el catolicismo hispanoamericano al catolicismo estadounidense?
«La presencia hispanoamericana es de mucha esperanza, porque en un mundo tan convulsionado, una población tan llena de niños y de jóvenes como la nuestra, invariablemente trae alegría. Las raíces de la fe en la población hispanoamericana son muy profundas, aun en aquellos hermanos hispanos que han olvidado un poquillo la práctica de la fe o la han dejado. Es tan profunda la fe de tantas generaciones que se expresa de una manera bella, sencilla, con mucha pasión. La Virgen de Guadalupe es la estrella de la evangelización. En su imagen refleja los valores propios del Evangelio puestos en el contexto cultural de nuestros pueblos.
«La fe del hispanoamericano, particularmente del mexicano, se ha hecho muy presente de la mano de la Virgen de Guadalupe en Estados Unidos. Ella, por sí misma, toca los corazones de todas las culturas. Aquí en Chicago, el santuario de la Virgen de Guadalupe no tiene edificio pero convoca, constantemente, cada semana, mayor presencia de fieles que cualquiera de las otras 373 parroquias que hay en la arquidiócesis de Chicago».
¿Cómo se siente para abandonar Chicago y hacerse cargo de San Antonio?
«He trabajado apasionadamente por siete años y medio en Chicago. Los días que he estado en San Antonio he sido recibido con mucho cariño, lo cual agradezco de corazón. Pronto tomaré posesión de la catedral de San Fernando que es la más antigua de Texas, y el 23 de noviembre tomaré posesión, Dios mediante, en la iglesia de San Marcos de la arquidiócesis de San Antonio. Voy muy contento. No tengo otro plan sino la actitud de escuchar, de conocer más a mi nueva Iglesia. Mi disposición es de dialogar mucho para amar a esa porción del cuerpo de Cristo que el Señor me ha otorgado».