Hace 15 años, cuando inicio la andadura del periódico El Observador, recibí el decidido apoyo de mis dos grandes obispos: don Mario De Gasperín y don Arturo Szymanski. En los trabajos previos a lanzar este semanario visité las diócesis de León, Celaya y San Luis Potosí. Junto con la diócesis de Querétaro, todas apoyaron al periódico. Pero el apoyo de don Mario y de don Arturo fue decisivo para salir al público en julio de 1995.
Recuerdo con cariño y con nostalgia la primera vez que presenté el periódico en la hoy arquidiócesis de San Luis Potosí. Don Arturo reunió a su presbiterio y a sus consejeros, entre ellos monseñor Peñalosa. Al terminar mi exposición, ya con el primer número impreso, monseñor Peñalosa auguró una vida efímera a El Observador. Me dijo, palabras más palabras menos, que no íbamos a durar más de cuatro números. Se imaginará el lector la inseguridad que me representaron las palabras de monseñor Peñalosa, a quien yo consideraba (sigo considerando once años después de su muerte) una cumbre de la literatura católica en México. Pero inmediatamente vi la mirada de monseñor Szymanski, (mientras mi querido padre Darío Pedroza amonestaba a monseñor Peñalosa) que me decía: «No te preocupes, que aquí somos así; pero te vamos a apoyar todos». En efecto, todos nos apoyaron, particularmente don Arturo, hasta el día de hoy en que cumple 50 años de haber sido nombrado obispo.
La ceremonia de sus bodas de oro episcopales ha sido magnífica, como magnifica ha sido la vida de este gran sacerdote, gran obispo, y gran lector de El Observador. No pasa semana que don Arturo no me llame por teléfono para recomendarme algo, hacer que me fije en un hecho, regañarme… en fin, orientarme en la fe católica. A sus más de 85 años conserva la fe de un sacerdote recién ordenado y la perspicacia de un obispo de larga trayectoria. Su cercanía, su oración, sus consejos son inestimables para esta gran familia y para mi familia que es El Observador. Yo le pido a don Arturo que nos siga guiando y nos siga iluminando. Es un lujo y un regalo de Dios tenerlo tan cerca. Me felicito y felicito a San Luis Potosí (antes a San Andrés Tuxtla y Tampico) por este hombre de Dios, quien en su homilía del pasado martes 22 de junio definió su vida como una «deuda de gratitud orante». Gracias, y que Dios lo bendiga, don Arturo.